Por Iván Antonio Jurado Cortés
En
medio del folclorismo político que vive el país por estos días, el demonio viene
trabajando juiciosamente; está aprovechando un escenario de incertidumbre para
embaucar a cuanto desprevenido encuentre por la calle. Hace diez días Colombia
decidía a través de un plebiscito la refrendación de unos acuerdos entre
gobierno y las Farc, desafortunadamente el resultado agarro por sorpresa hasta
los mismos que promovieron la no validación de lo pactado en La Habana. De esa
fecha hacia acá, lo único visto es una serie de actuaciones desproporcionadas
que han puesto en tela de juicio el criterio de los pregoneros del NO.
Una
anciana de un municipio en Nariño, manifestó que tuvo el infortunio de
encontrarse con el diablo, quien sin vacilar le dijo: “abuelita, por Dios!, no
vaya a cometer el error de su vida votando en favor de un pacto que el gobierno
hizo con los guerrilleros; si lo hace, yo me la cargo para el infierno. Le
recordó las palabras del ex procurador Ordoñez, que toda la gente mala se la lleva
Satanás”. Esta campesina con un mensaje solidario hacia las víctimas, le
respondió: “¡Vete demonio!, no te tengo miedo; conozco de tus andanzas, me
confundiste con una de la ciudad que aún te comen cuento”. No le quedó a Lucifer
sino salir en ‘bombas’ en busca de más azufre.
El
ejercicio del plebiscito permitió detallar con precisión la intencionalidad y
solidaridad de los colombianos; la votación mostró el mapa de quienes están
cansados con el conflicto y cuales son indiferentes o no les interesa lo que
pase particularmente en los campos. Los defensores del NO han demostrado que su
discurso jamás tuvo argumentos, muestra de ello las propuestas que desde su
seno salen, todas incluidas en los acuerdos, y la que no está es porque no ha
sido aceptada por las partes. La situación está al rojo vivo; son tan intensas
las llamas que ni el demonio mayor ni su comparsa, soportan. Se los ha visto
brincando e improvisando salidas, la mayoría producto de la desesperación.
Así
como en la tierra no hay nada oculto, lo mismo sucede en el infierno; después
de la hecatombe política, salió un diablillo rebelde y ventilo fuera de su
averno las diabluras que su jefe había planificado para contrarrestar la
intencionalidad de millones de almas, que se proponían apoyar la terminación de
una guerra absurda. Debido al masoquismo mental de los hijos del ‘Corazón de
Jesús’, estas fechorías maquiavélicas no han trascendido como debiera ser; por
el contrario, otros pequeños cucos le han salido al corte para evitar que el
azufre infernal sea absorbido por sus mismos secuaces.
La
tentación del demonio está por doquier; en muchas ocasiones se le mira
disfrazado de alguna personalidad de la vida pública, quien con su peculiar
estilo engatusador, genera opiniones que trascienden los límites de lo terrenal
e infernal. Claro está que la coyuntura política del país es perfecta para que
Satanás y su corte tomen protagonismo, a veces excesivo, perjudicial para nobles
personas que aún siguen esperando la llegada del ‘espíritu santo’.
Hay
que reconocer la astucia de este diablo colombiano, quien desvirgó frontalmente
a congregaciones que prestan sus servicios a nombre de Jesús. Tanto es el poder
del demonio que después de poseerlas las sedujo para que salieran a defender
sus intereses, sin importar la alevosía que le hicieran al hijo de Dios. Me
imagino que el Todopoderoso debe estar asombrado que sus ovejas predilectas se
hayan descarriado en favor de su peor enemigo.
Está
comprobado que Satanás esta suelto; ahora nadie puede dudarlo. Haber saboteado
la única posibilidad que la gente de bien tenía para vivir en paz, es prueba
que Luzbel hizo de las suyas. Es necesario que el Papa venga con urgencia a
Colombia para exorcizar a cuanto endemoniado ande por allí. El premio Nobel de
Paz otorgado a ‘Juanpa’, es muestra que los dioses están con los buenos, y que
las andanzas del demonio pronto llegaran a su fin. Los días venideros serán
difíciles y el diablo endurecerá su proceder, al final, la esencia de la benevolencia
se impondrá sobre la mayor tentación demoniaca que haya tenido esta patria.
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