Por: Iván Antonio Jurado Cortés
El Piedemonte Costero de Nariño es una región ubicada geográficamente en una zona de intersección entre la región andina y la costa pacífica nariñense; motivo por el cual sus condiciones ambientales, culturales y sociales difieren en algunos aspectos con las de otras secciones del departamento. En este orden de ideas, el clima que reviste a esta hermosa región del suroccidente del país está supeditado a las corrientes de aire frías y cálidas que acarician la costa del pacífico colombiano; provocando de esta manera un espacio tropical rico en biodiversidad y cultura.
Ancestralmente en el piedemonte, región conformada por los municipios de Mallama, Ricaurte, Barbacoas y una parte del municipio de Tumaco, se han asentado culturas étnicas, tales como la Awá y en la parte más pegada a la zona andina, la etnia de los Pastos. De igual modo, también hay presencia de un significativo número de campesinos y colonos que se han ido radicando en el tiempo de acuerdo a las circunstancias sociales y económicas. Cabe mencionar que en las últimas décadas, se ha presentado un cruce de etnias, conllevando con esto a una población con rasgos genéticos y fenotípicos diferentes a los ancestrales.
Las condiciones climatológicas especiales han originado en esta región del departamento de Nariño una flora exquisita, acoplada perfectamente con un sin número de especies animales que le generan plena identificación a este paradisiaco lugar nariñense. No se puede pasar por alto especies como anturios, orquídeas, helechos, musgos; alternados con ciento de arboles silvestres, que desde afuera son apetecidos por los grandes explotadores madereros. Su bosque primario, es símbolo del dedicado esfuerzo de apropiación y convivencia por parte de las comunidades milenarias, especialmente la Awá.
Al igual que su inmensurable vegetación, el Piedemonte también es orgulloso de poseer su propio sello faunístico como lo es el tirapuente, clásica y esplendorosa ave de variados colores, que con su cántico característico alegra permanentemente a la gente de la montaña y enaltece la loable labor de investigación científica de los profesionales amantes de la naturaleza. El oso de anteojos, insignia de la fauna silvestre; que con su tierna y al mismo tiempo meticulosa actitud defensiva se ha convertido en el guardián de los secretos e intereses indescifrables que se guardan en las profundidades del corazón del afamado piedemonte costero nariñense.
Aunque las condiciones agronómicas son bastante limitadas para la explotación tecnificada de diferentes cultivos convencionales, también presenta un inmenso potencial en riqueza hídrica y maderable. Motivo por el cual sus mismas bondades hoy son testigos de serias provocaciones por parte de empresas multinacionales que no han parpadeado desde que se encontraron con este excelso paraíso engalanado con mujeres hermosas, indígenas arraigados a su tierra, campesinos compenetrados con la realidad del campo y una simbiosis equilibrada de naturaleza, vida, cultura y amor por lo propio.
Los desplazamientos forzados y sistemáticos de comunidades indígenas y campesinas, han prendido la alarma de que al Piedemonte Costero lo empiezan a atacar negros intereses, todo con el fin de emprender una explotación indiscriminada de los recursos naturales a cualquier costo.
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