lunes, 4 de julio de 2016

‘Día del campesino’

Por Iván Antonio Jurado Cortés

El ‘Día del Campesino’, otra fecha más para arrancar la hoja del calendario y pasar la página, esa que permite efímeramente un retrato de la connotación de del campo colombiano. Cada vez se pierde ese respeto y dignidad de ser campesino, hecho que emite responsabilidad a los gobiernos de turno, quienes conjuntamente con el poder legislativo determinan políticas miopes contra del agro. En varias zonas del país se celebra por estos días una fecha en honor al hombre del campo; que no pasa de discursos y saludos a la bandera.

La crisis agropecuaria arremete miserablemente contra las comunidades que por tradición han sostenido alimentariamente a la nación. Hoy, más del 70% de la población graciosamente se hace llamar citadina, mirando bajo los hombros a los que aún siguen labrando la tierra a pesar de la adversidad. Las cifras indican que alrededor del 60% de la población que ha emigrado a los centros urbanos en los últimos 20 años vive en condiciones infrahumanas, fortaleciendo el índice de desigualdad y pobreza. Muestra de ello el aumento acelerado del empleo informal e indigencia, traduciéndose en degradación social por culpa del desacierto agrario gubernamental.

Desafortunadamente la palabra “campesino” se ha interpretado equivocadamente en el argot popular; incluso son las mismas autoridades estatales las encargadas en muchas oportunidades de menospreciar a los compatriotas que viven y laboran en los campos nacionales.

La tal reforma agraria ha sido un caballito de batalla de algunos candidatos hasta convertirse en presidentes; lastimosamente su interpretación es acomodo del sistema neoliberal, dejando únicamente la expectativa para entretener al pueblo. A cuatro años de la firma del TLC con Estados Unidos de América, este es el momento que no se mira los cambios de los que se habló para idiotizar a los colombianos. Las exportaciones de productos  no se han alterado: flores, café y banano, es lo que se saca de Colombia hace más de 20 años, contradiciendo la famosa tesis de que al firmar un tratado comercial bilateral, los beneficios son correspondidos.

Más preocupante aún, si sabemos que nuestro país produce 32 millones de toneladas de alimentos al año, y solo se exporta 4 millones de toneladas pero se importa 11 millones de toneladas, por lo que el consumo sería de 39 millones de toneladas, concluyendo que el 29% de todos los alimentos que se surten diariamente, son importados. Esta información obtenida de la SAC, manifiesta además que el país gringo exagera en la exigencia de requisitos sanitarios y fitosanitarios, torpedeando y desmotivando las intenciones exportadoras de cárnicos, frutas y hortalizas.

El ‘Día del Campesino’ simplemente es un derroche irónico de la institucionalidad, en el sentido que se aprovecha el reconocimiento de una alta dignidad de ser gente del campo, para expresar ínfulas redentoras que no pasan de un día de folclore y diversión; mientras que la directriz agraria sigue cercenando la última protección del campesinado colombiano, ante la mirada impotente de los entes territoriales locales. Ahora la esperanza se teje alrededor de las negociaciones con las FARC, quienes le han dado la importancia al tema agropecuario.

Prácticamente todos los acuerdos comerciales que se han firmado con otros países, han sido negativos a la hora de revisar el balance agrario; al contrario, son los que socavan la poca esperanza que queda en las huestes agrícolas de la patria. En los últimos años los afectados directos, mejor dicho los campesinos, han expresado a través de marchas y paros, su desesperación y rechazo a las políticas contrarias al buen vivir. Mientras que el gobierno nacional al estilo del mejor torero, con su capote y estoque de doble filo se defiende de las continuas envestidas populares.

Con la entrada en vigencia de los famosos tratados de libre comercio, el sector agropecuario colombiano tiene sus días contados; a pesar que las promesas gubernamentales son alentadoras y futuristas, nadie cree que con la arcaica infraestructura productiva instalada y la actual política agraria, se pueda competir con importadores por más inofensivos que parezcan.

Los pobres ‘campesinos’ sin campo, tendrán que consolarse con huevitos chilenos, leche holandesa, pollo y cereales gringos, papa canadiense y textiles coreanos… mejor dicho: ¿Quién podrá salvarnos?, ni pensar que será el Chapulín Colorado… ojala los acuerdos de la Habana se materialicen tal como se conciben; sería la única salida a una muerte anunciada del sector agropecuario.


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