Por Iván Antonio Jurado Cortés
El
‘Día del Campesino’, otra fecha más para arrancar la hoja del calendario y
pasar la página, esa que permite efímeramente un retrato de la connotación de
del campo colombiano. Cada vez se pierde ese respeto y dignidad de ser
campesino, hecho que emite responsabilidad a los gobiernos de turno, quienes
conjuntamente con el poder legislativo determinan políticas miopes contra del
agro. En varias zonas del país se celebra por estos días una fecha en honor al
hombre del campo; que no pasa de discursos y saludos a la bandera.
La
crisis agropecuaria arremete miserablemente contra las comunidades que por
tradición han sostenido alimentariamente a la nación. Hoy, más del 70% de la
población graciosamente se hace llamar citadina, mirando bajo los hombros a los
que aún siguen labrando la tierra a pesar de la adversidad. Las cifras indican
que alrededor del 60% de la población que ha emigrado a los centros urbanos en
los últimos 20 años vive en condiciones infrahumanas, fortaleciendo el índice
de desigualdad y pobreza. Muestra de ello el aumento acelerado del empleo
informal e indigencia, traduciéndose en degradación social por culpa del
desacierto agrario gubernamental.
La
tal reforma agraria ha sido un caballito de batalla de algunos candidatos hasta
convertirse en presidentes; lastimosamente su interpretación es acomodo del
sistema neoliberal, dejando únicamente la expectativa para entretener al
pueblo. A cuatro años de la firma del TLC con Estados Unidos de América, este
es el momento que no se mira los cambios de los que se habló para idiotizar a
los colombianos. Las exportaciones de productos
no se han alterado: flores, café y banano, es lo que se saca de Colombia
hace más de 20 años, contradiciendo la famosa tesis de que al firmar un tratado
comercial bilateral, los beneficios son correspondidos.
Más
preocupante aún, si sabemos que nuestro país produce 32 millones de toneladas de
alimentos al año, y solo se exporta 4 millones de toneladas pero se importa 11
millones de toneladas, por lo que el consumo sería de 39 millones de toneladas,
concluyendo que el 29% de todos los alimentos que se surten diariamente, son
importados. Esta información obtenida de la SAC, manifiesta además que el país
gringo exagera en la exigencia de requisitos sanitarios y fitosanitarios,
torpedeando y desmotivando las intenciones exportadoras de cárnicos, frutas y
hortalizas.
El
‘Día del Campesino’ simplemente es un derroche irónico de la institucionalidad,
en el sentido que se aprovecha el reconocimiento de una alta dignidad de ser
gente del campo, para expresar ínfulas redentoras que no pasan de un día de
folclore y diversión; mientras que la directriz agraria sigue cercenando la
última protección del campesinado colombiano, ante la mirada impotente de los
entes territoriales locales. Ahora la esperanza se teje alrededor de las negociaciones
con las FARC, quienes le han dado la importancia al tema agropecuario.
Prácticamente
todos los acuerdos comerciales que se han firmado con otros países, han sido
negativos a la hora de revisar el balance agrario; al contrario, son los que
socavan la poca esperanza que queda en las huestes agrícolas de la patria. En
los últimos años los afectados directos, mejor dicho los campesinos, han
expresado a través de marchas y paros, su desesperación y rechazo a las
políticas contrarias al buen vivir. Mientras que el gobierno nacional al estilo
del mejor torero, con su capote y estoque de doble filo se defiende de las
continuas envestidas populares.
Con
la entrada en vigencia de los famosos tratados de libre comercio, el sector
agropecuario colombiano tiene sus días contados; a pesar que las promesas
gubernamentales son alentadoras y futuristas, nadie cree que con la arcaica
infraestructura productiva instalada y la actual política agraria, se pueda
competir con importadores por más inofensivos que parezcan.
Los
pobres ‘campesinos’ sin campo, tendrán que consolarse con huevitos chilenos,
leche holandesa, pollo y cereales gringos, papa canadiense y textiles coreanos…
mejor dicho: ¿Quién podrá salvarnos?, ni pensar que será el Chapulín Colorado… ojala
los acuerdos de la Habana se materialicen tal como se conciben; sería la única
salida a una muerte anunciada del sector agropecuario.
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