jueves, 14 de julio de 2016

HASTA QUE LES LASTIMARON ‘LOS CALLOS’

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Cuando algunos camioneros del país tomaron la decisión de alzarse en paro a raíz de los seguidos incumplimientos y toma del pelo por parte del gobierno nacional, para la mayoría de los colombianos no pasaba más que un impulso de un sector de la sociedad que quería aprovechar la coyuntura del paro agrario para sacar ‘tajada’, como popularmente se habla, con la diferencia que esta vez los camioneros estaban hablando en serio.

Los 36 días de cese de actividades han lastimado los callos hasta del más desprevenido que nunca analiza el mundo en que vive, y que ahora se preocupa porque el presupuesto familiar destinado al transporte y alimentación, colapsó. El desabastecimiento se veía venir; hoy, cuando en el país quedan reservas de tan solo un 30%, la población entra en preocupación, mientras que el gobierno sigue dilatando la situación con el argumento que en el pliego hay temas no negociables.

Desde el año 1995 se han efectuado alrededor de 25 paros, la razón, la misma; dejando claro el incumplimiento de parte del ente gubernamental. Este último paro empieza a registrarse como uno de los más largos de la historia, vislumbrándose una crisis socioeconómica sin precedentes.  Se observa que el ejecutivo no prioriza interés en el tema; al contrario, intenta escabullirse con salidas mediáticas y oportunistas.

Cuando los grandes centros de acopio del país desabastecen, es ahí cuando se intenta negociar; pero no se evalúa la crisis en las familias de los conductores, productores y otros sectores intermedios de la cadena transportadora. A simple vista se detecta la discriminación entre vulnerables y acomodados. ‘La cruzada camionera’ ha tocado los callos de la oligarquía,  por lo que los medios de comunicación empiezan a priorizar como noticia de primera plana, lo que antes no hacían.

La verdad, es que el gremio transportador no necesita bloquear vías para sentarse a hablar con el gobierno, basta con acordar entre todos los afectados y ponen al país de rodillas. Lastimosamente este sector está dividido; al inicio del paro no alcanzaban el 20% de los transportistas; en la actualidad y por la presión de los comprometidos con la causa, el apoyo aunque sea condicionado para algunos a aumentado, llegando aproximadamente al 70% de camioneros.

Con más de un mes en pie de lucha, el desabastecimiento llegó a las grandes urbes, y es cuando la ‘masa’ aterriza y empieza a comprender la gravedad de la parálisis camionera. Dentro de las peticiones están los temas del flete y combustibles, entre otros puntos que también son importantes para el desarrollo de este renglón de la producción. Indudablemente, estos puntos son demasiado álgidos como para soluciones inmediatas, más cuando el señor presidente no intenta plantear otras alternativas sino la de insistir en una propuesta bastante desgastada y poco creíble.

No hay que olvidar que el valor del flete en Colombia es el segundo más costoso de Latinoamérica, hecho que ahonda el problema; a esto sumado las deterioradas vías de primer orden, con unos peajes injustificados no coherentes al estado de la infraestructura vial. La paulatina chatarrización  y debilitado control en la importación de vehículos de carga, generó una sobre oferta que hoy agrava más el asunto.

‘La unión hace la fuerza’, lema no tan claro en el gremio transportador, permitiéndole al gobierno un juego favorable a sus propósitos. La desinformación y falta de unificación conceptual en las asociaciones transportistas y de carga, de alguna manera han aportado para una postergación de soluciones efectivas. La indiferencia de otros sectores ligados  con el transporte pesado, es otro de los factores incidentes en la aparente debilidad de los peticionarios.

El paro camionero ha entrado en un estado donde retroceder casi es imposible, por la sencilla razón de que se anularía toda aspiración de reclamo, quedando frente al gobierno y ante la demás sociedad como unos caprichosos e irresponsables.


Lógicamente los dirigentes de estas manifestaciones lo tienen claro, por lo que el panorama no es fácil para el presidente de la República y su equipo negociador. Miramos como progresivamente el país se paraliza, y la desesperación de los afectados empieza a florecer. Hasta los más incrédulos entran en ansiedad. El paro sigue su marcha, y el gobierno no le queda sino dejar la prepotencia y sentarse juiciosamente a dialogar y buscar salidas conjuntas y sostenibles en el tiempo.

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