Como era de esperarse, algunos medios de comunicación colombianos transmitieron milimétricamente los sucesos relacionados con la elección de la nueva asamblea de diputados en la República Bolivariana de Venezuela; hecho histórico, ya que nunca antes le habían dado tanta importancia a una actividad normal para un país latinoamericano.
Lo sorprendente es que los interesados en el tema resaltaban las acciones y procedimientos de la oposición venezolana, conllevando al televidente o radioescucha a meterse en un tema hasta el momento desconocido, por la cantidad de hechos disfrazados de anormalidades.
Analizando la situación política del pueblo venezolano, se observa una puja interna entre la extrema derecha y la comunidad sumisa. Lo grave del tema es que la película del ‘maquiavélico e inepto Maduro’ se vende afuera como pan caliente, gracias al desenfrenado arremetimiento de los medios privados de comunicación, disque porque en el país del ‘Corazón de Jesús’ existe libertad de prensa.
Dentro de la República Bolivariana, las cosas son a otro precio, o que digan lo contrario los veedores internacionales que han presenciado no solo esta última elección sino otros procesos eleccionarios efectuados en diferentes épocas y de objetivos distintos, concluyendo que todo se realiza dentro de la ley y en completa normalidad.
La ciudadanía bolivariana viene siendo presionada por el poder incontenible de la oligarquía venezolana, quienes aliados con políticos ultraderechistas latinoamericanos, se van lanza en ristre contra un gobierno que actúa y piensa distinto a la antiquísima gobernabilidad discriminatoria y dictatorial.
Ni que decir del reciente atentado en París, cuando el folclorismo nacional se tomó hasta las redes sociales, induciendo a miles de usuarios a poner la bandera francesa como perfil, como demostración de rechazo a estos actos criminales. Mientras que en Colombia a diario se comenten hechos más cruentos de los que eventualmente suceden en Europa, sin que nadie eleve una voz de protesta, dejándole el dolor a los directos afectados.
Pero la culpa no es solo del desprevenido ciudadano, es también del sistema gubernamental transferido a los medios de comunicación parcializados con el mediático poder político y burocrático, quienes están obligados a manipular noticias en favor de intereses capitalistas, segando casi por completo la libre opinión sobre los permanentes acontecimientos nacionales y extranjeros. Simplemente se come lo que se vende, sin opción a cambiar de dieta porque no hay otra.
Son fatigas ajenas, que en nuestro coloquio las saboreamos agridulcemente, sin derecho a equivocarse; de lo contrario, de redentores pasamos a villanos. El caso Petro, uno de los más claros esperpentos de persecución política de algunos medios de comunicación. Fue avasallador el ataque contra el alcalde mayor de Bogotá, especialmente por una cadena televisiva, que ocupaba casi en su totalidad los espacios noticiosos y por más de una semana, mostrándole al país el supuesto desatino de contratación.
Hoy, la alcaldía de Gustavo Petro, es reconocida en el planeta, y no lo dice cualquier mediocre y amañado evaluador colombiano, lo expresa El Huffington Post, uno de los portales más importantes del mundo. Esto demuestra que tan equivocado son muchos medios de prensa, cuando juzgan a priori, sin investigar o actuar con la suficiente ética e imparcialidad. Lastimosamente la misma cotidianidad y costumbrismo criollo ha permitido a través del tiempo, anclar en la mansa mente de la ciudadanía, paradigmas equivocados, conllevando a seguir una línea conservadora, a pesar del daño progresivo que causa ciertas decisiones y actuaciones.
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