miércoles, 24 de febrero de 2016

Ausente docencia

Por Iván Antonio Jurado Cortés

La población colombiana está expectante al desarrollo del proceso de paz que se adelanta en la isla caribeña de Cuba; organizaciones sociales, gremios, instituciones públicas, líderes políticos y sociales, tienen la fe de que esta vez en Colombia se dará el inicio para la consolidación de una pacificación nacional. Ciertamente es un paso difícil por sus implicaciones; sin embargo, desde las partes negociadoras se hacen los esfuerzos necesarios con el fin de garantizarle al pueblo una buena conclusión.

El tiempo corre y los términos se agotan, mientras la esperanza crece en medio de la controversia conservadora que insiste continuar auspiciando de alguna manera el belicismo nacional. No se puede desconocer el resentimiento y pena moral de familiares y víctimas que ha dejado con el paso de las décadas esta fatídica guerra, especialmente en las familias más vulnerables que finalmente son las que vienen pagando el costo de la confrontación armada.

En este trasegar han jugado un relevante papel entidades dirigidas a salvaguardar los derechos de las personas; sin embargo, otras que también debieran de hacerlo, no se han manifestado. En este aspecto el sector educativo del país se ha quedado corto al momento de tomar liderazgo en favor del desarrollo social. Sin ánimo de entrar a polemizar, la docencia colombiana se ha desentendido de temas donde ética y académicamente debiera esta inmiscuida.

Hay que aclarar la responsabilidad y objetividad de los dos campos de la educación académica: la secundaria y la universitaria. La primera, la que debe enfocarse a la formación humana con las bases y principios para fortalecer la convivencia, no se identifica como tal; al contrario, se ha convertido en un formato estilizado que ha debilitado el altruismo auténtico de la enseñanza. Mientras que la universitaria intenta importar innovaciones algunas perjudiciales con demasiados tecnicismos, contraproducentes a la exigencia criolla.

Aunque el sistema educativo en nuestro país impone los lineamientos que rigen el destino académico, no es excusa para que docentes, particularmente de primaria y secundaria, sigan en un mundo ausente de la necesidad nacional. El proceso de paz además de otorgar el privilegio de saciar el mayor sueño de una sociedad consciente, es un gran referente para observar plenamente el compromiso y responsabilidad de parte de todos los actores sociales, especialmente de organismos cuyo fin es preparar a la gente para un mejor vivir.

Es inaceptable encontrar un significativo número de profesores ignorantes en temas trascendentales para la nación. No solo en lo referente a las conversaciones de paz, sino en otras actividades que exigen de su permanente conectividad y dinamismo. Investigaciones relacionadas con el asunto, arrojan cifras sorprendentes respecto al desconocimiento y desvinculación de los enseñantes en temáticas de la vivencia diaria.

Se percibe sin ningún esfuerzo que la inclinación de los maestros hacia la necesidad de las comunidades es deficiente, hasta el punto de convertirse en agentes externos a la realidad comunitaria. Aproximadamente el 45% de los educadores desconocen o son indolentes al llamado que el pueblo les formula. Es preocupante, a pesar de la tecnología, que estos pedagogos no manejen temas de consorte social, político, económico, cultural y ambiental.


Lamentable que se dediquen exclusivamente a formar jóvenes sin brindarles los conocimientos básicos, conllevando a una ciudadanía sin conciencia política, convirtiéndola en carne de cañón de caciques de la omnipotencia. Las evaluaciones para profesores corroboran un sistema capitalista sin ninguna estructura sociopolítica, contraria a los intereses de la pujanza colombiana. Los diálogos son la vitrina para detectar debilidades magisteriales y sofismas politiqueros que permean la sensibilidad y neutralizan los intentos de lucha de la clase afectada.

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