viernes, 4 de diciembre de 2015

ACUERDOS A LA VISTA

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Dentro de la lógica sociopolítica colombiana es natural recibir una noticia como el pacto de la paz de manera asombrosa; aunque todo este tiempo se ha hablado de un posible cese definitivo del conflicto armado, la mayoría de la población no está preparada para adoptar dicha información; más cuando el proceso de paz ha sido largo y bastante cuestionado por muchos sectores de la sociedad colombiana.

Las conversaciones avanzan y la fecha límite para la concreción del proceso se acerca, incluso el mismo presidente de la República intempestivamente lo expresó al país, generando polémica desde ese instante. Ningún colombiano hasta ese momento se había imaginado lo que sucedía en la mesa de negociación, si no fuera por el propio ejecutivo quien revelara semejante ‘bomba’ que ha sacudido la mente mediática de la gran masa.

El tiempo corre y los colombianos se limitan a esperar el 23 de marzo cuando se firme el acuerdo final del proceso de paz, ansiado desde muchos años por millones de compatriotas; muchos, víctimas de los distintos sucesos de guerra que han conllevado al aumento de la corrupción y negligencia administrativa, ahondando aún más el fatídico conflicto causante de millones de muertes inocentes y también cómplices.

Son aproximadamente tres años de acontecimientos que finalmente han ido cuajando en beneficio de la sana intención colectiva, permitiéndole finalmente a la nación del ‘Corazón de Jesús’ respirar una esperanza de sosiego y desarrollo. La creación de una comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición, así como la compensación a las víctimas, son unas de las propuestas técnicas que permitieron el avance hacia el objetivo. Se trata de una fórmula de justicia que satisfaga los derechos de las víctimas y contribuya a una paz sostenible.

Obviamente que los directos afectados tendrán su propia contextualización y opinión de lo que se avecina. El dolor e impotencia de alguna forma se traducen en suficientes prevenciones que de no ser entendidas por las mayorías, se pueden convertir en sueños frustrados que desembocarían  en acciones contrarias a la intención de lograr la paz.

Es necesario que la verdad sea la protagonista del desenlace de este histórico proceso de pacificación política. La creación de salas de justicia y un tribunal para la paz, integrados por magistrados colombianos con una participación mínima de extranjeros que cumplan con los más altos requisitos, sería la salida a este laberinto, cuyo fin esencial es acabar con la impunidad, conocer la verdad y castigar a los responsables.

Vientos de pacificación y armonización nacional se acercan, y por supuesto la expectativa nacional crece en torno a una fecha que pasaría a la historia como punto de partida a una mejor sociedad. La responsabilidad jerárquica del gobierno debe verse reflejada en constantes acciones pedagógicas, que filtren hasta las más susceptibles mentes de la ciudadanía.

Desde ya el sistema educativo del país debe proponer una metodología que asimile y transmita descomplicadamente a todos los niveles de la población el fin de un conflicto. Es inevitable la preparación psicológica y técnica de los colombianos, ya que es la única vía que garantizará la sostenibilidad del postconflicto. Es responsabilidad del Estado entender, comprender y facilitar escenarios ideales para una nueva vida, una nueva historia y un mejor futuro.

Es claro resaltar que la fecha del 23 de marzo, es simplemente un punto de partida a una exploración práctica de la literatura tratada por casi tres años de conversaciones. De los cinco temas más importantes analizados en la mesa, el agrario y víctimas, son claves para una real concreción de la paz.


Es imprescindible  que los negociadores estén preparados para flexibilizar en    asuntos  que de no manejar bien, podrían retroceder el trabajo y ponerlo en alto  riesgo. Se ha dado un gran paso, no se puede retroceder.

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