sábado, 31 de octubre de 2015

‘QUEMADOS Y CHAMUSCADOS’

Por Iván Antonio Jurado Cortés

A 30 días de culminar una jornada electoral, donde se elegirá autoridades y corporaciones locales y regionales, pocos serán los afortunados, muchos los ‘chamuscados’, y otro tanto se extinguirán de la palestra pública. Del 25 de octubre en adelante atañe de responsabilidad a los electos, que sabiendo la función gubernamental empeñaron su nombre para emprender una ardua labor en pro de las poblaciones a las cuales representarían.

Los ciudadanos serán los que escogerán a través del voto a la persona que según criterio propio, puede cumplir con la expectativa planteada desde una propuesta política de campaña.

A esta altura miles de aspirantes temen oler a ‘chamuscado’; entre ellos, algunos ilustres ciudadanos que gozan de honorabilidad, trasparencia en sus actos y suficiente capacidad que les garantizaría realizar un excelente trabajo; sin embargo, esto no será pérdida como tal, ya que se dejará una sólida base para continuar en próximas oportunidades. Será la persistencia y compromiso social que en adelante les otorgue la oportunidad.

Los ‘quemados’ son aquellos que no tendrán ninguna posibilidad de salir electos ni tampoco espacio para volver a aspirar cargos de elección popular. Estos personajes son los que la misma sociedad los licenciará “con un muchas gracias, pobrecito, hizo todo lo que pudo pero la gente ya no le camina… es mejor que se retire y no vuelva a molestar”.

Los ‘candidatos de siempre’, se caracterizan por una perturbadora obsesión que según ellos ‘hay que mantenerse vivos en la política’, actitud folclórica que finalmente termina con pérdida del autoestima, generando incredibilidad ante el pueblo; llegando hasta el extremo de tomar las épocas electorales como hobby. ‘Ni quitan ni ponen’.

La responsabilidad de un candidato serio inicia con la presentación de su propuesta política, acompañada de principios éticos y capacidad humana, sumado el carisma ante sus semejantes. Desafortunadamente este comportamiento se marchita por las desproporcionadas ideas que se plasman en documentos, carentes de argumentos ideológicos, políticos, técnicos y sociales; sirviendo como paquetes decorativos producto de la efervescencia y fanatismo popular.

De esta manera todo pasa a ser una vulgar mentira, que en muchos casos es la mejor arma para cautivar ingenuos, desprevenidos, inclusive hasta apolíticos. Estas actitudes malévolas son causa estructural para que en la actualidad el político tenga fama de mentiroso y pícaro. Es un estigma demasiadamente destructivo, que en ocasiones afecta a líderes honorables.

Esta vez el pueblo colombiano nuevamente ha revivido la esperanza, para que mañana esas sendas propuestas políticas se hagan efectivas en beneficio de las poblaciones, siempre buscando el bienestar y desarrollo integral de los habitantes.

Que los posibles ‘chamuscados’ se conviertan en fortaleza y guía de sus comunidades, demostrando compromiso, voluntad de servicio y lógicamente recuperando espacios necesarios para emprender la búsqueda del propósito que en esta ocasión sería negado.

Nuestra sociedad está cansado de tolerar arbitrariedades, insolencias y comportamientos corruptos de gobernantes, que solo han pensado que las entidades estatales son negocio particular con fines netamente económicos. Afortunadamente, la Constitución Nacional brinda un excelente instrumento democrático como el voto, con este premiamos a los dirigentes correctos en sus acciones o castigamos a los sinvergüenzas e ineptos, que solo han parasitado  causando daño a toda una comunidad.

La ciudadanía debe votar con la razón, más no con el corazón. Se acerca la fecha límite para determinar el futuro de municipios y departamentos, y por supuesto que los electores serán los responsables directos del bienestar o atraso de sus comunidades.


La posibilidad de quemaduras y chamusquinas empieza sutilmente a petrificarse en la psiquis del constituyente primario, conllevando a un habitual nerviosismo, propio de la inseguridad electoral.

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