jueves, 9 de julio de 2015

MALDITA SOMBRA

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Lamentablemente tienen que suceder actos anormales, para que la masa poblacional reaccione en contra de hechos demasiado riesgosos para cualquier ser vivo. La tragedia de Tumaco, es de las que comúnmente conocemos como ‘una tragedia anunciada’, doloroso, pero real. No es la primera vez que sucede la voladura del oleoducto trasandino; en muchos sectores entre el piedemonte y costa, son innumerables los atentados ocasionados a la infraestructura petrolera, todo producto del conflicto armado.

Son tantas las situaciones lamentables alrededor de este transportador de petróleo, que muchos pobladores del área ya no se asombran, simplemente se limitan a aprovechar la oportunidad para saciar necesidades de primera mano, como las elementales ayudas humanitarias, o más bien dicho, ‘pañitos de agua tibia’. No se puede ocultar la profundidad del problema, y sin dudarlo, se concluye que es resultado de una anacrónica guerra, que con los años tiende a volverse inherente a la cultura nacional.

Es una maldita sombra que atormenta sin consideración a los descendientes de los ‘Tumapaes’, atropellando la dignidad y matando la esperanza de una prosperidad que se ha aletargado con la intensidad de esta fatídica confrontación armada. Geográficamente, Tumaco es un lugar estratégico que el país tiene para apalancar el desarrollo y progreso, lástima que este escenario solo se aproveche como rampa del maquiavelismo estatal y civil.

Los tumaqueños han levantado su voz de protesta contra toda la barbarie de unos guerreristas desmedidos en el propósito de alcanzar su objetivo. Observamos en este caso que el fin justifica los medios. Las intenciones enceguecidas en busca o sostenibilidad de un poder, no permiten ver la fragmentación de la cadena humana, dejando a su paso desolación, desesperanza y un penetrante odio entre la misma raza.

Hoy, las noticias se encumbran alrededor de una problemática ecológica; las imágenes mostradas al mundo son reflejo de una superficialidad social, más no se detienen en sustentar la anarquía y estructura real de un endémico problema que ha sumido en la miseria a miles de isleños desde hace décadas.

Los atentados contra torres de energía y oleoducto, son problemas que se agregan a otra cantidad que han permanecido como sombra en la mente e idiosincrasia de la sociedad costeña. Un pueblo que sobrepasa los 170 habitantes y aún no posee un sistema de acueducto y alcantarillado acorde a las necesidades y exigencias sanitarias. Un puerto que yace entre la maleza, adaptado al trueque silencioso de la mafia y corrupción estatal, y una trocha que llaman vía hacia Barbacoas, entre otros, son el problema encubierto por la humareda del petróleo.  

Lo anterior refleja la irresponsabilidad institucional y social, falta de compromiso, incapacidad de gobernar y nula gestión de las autoridades locales, regionales y por supuesto el abandono nacional. Este escenario de lamentación es la referencia de la indolencia gubernamental, que no ha correspondido a la urgencia causada por una depredadora ansia de dominación multinacional.

Es hora para que en las famosas mesas de negociación entre entidades de gobierno y comunidades afectadas, definan oportunamente un plan de acción, estructurado con recursos y metas claramente establecidas, pensado netamente en el beneficio comunitario, más que el empresarial.

Tumaco está al borde del colapso total, aunque ha resistido embates de la furia natural sabiendo sobreponerse, hoy, se siente que esa resistencia esta diezmada. Ha llegado la hora de definir  y acertar en   estrictas soluciones con el objeto de cortar a raíz una injusticia e implementar un verdadero modelo de desarrollo socioeconómico.


La sombra petrolera debe desaparecer  y abrir paso a la inclusión social de forma sostenible. No más cortina de humo.

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