Por Iván Antonio Jurado Cortés
‘Usted
no sabe quién soy yo’ es la frase de moda que ha impregnado la sensibilidad del
común y corriente nacional, gracias a un ‘reyezuelo’ que no piensa más de lo
que su capacidad intelectual le otorga. Siendo sus comportamientos antisociales
los que lo definen como un personajillo de pacotilla, que no sabe lo que dice,
y más bien aprovecha el maldito ‘clasismo’ social para pisotear y saborear la
miel de la soberbia.
Ridículos
de un hijo de ‘papi’ como Nicolás Gaviria, ocurren con frecuencia especialmente
en el ámbito capitalino, ya que es una ciudad que concentra a millones de
personas con distintas culturas. Los ‘gomelos’ como comúnmente se les llama a
jóvenes de familias adineradas, en su mayoría son el reflejo de una agitada
vida familiar, porque que desde pequeños no disfrutan del natural cariño y
acogimiento de sus padres; más bien la crianza gira alrededor de caprichos
complacidos.
No
solo es el caso del ‘niño Nicolás’, sino de otros personajes que además de ser
‘reyes’, llevan sobre sus espaldas responsabilidades populares como el caso del
senador Eduardo Carlos Merlano, quien en estado ‘alegrón’ humilló y trató de
persuadir a unos agentes de policía, para que no le practicaran la prueba de
alcoholemia y no le inmovilizaran su
vehículo. En fin, después del escándalo, vino la calma y con ella la actuación
del ministerio público con destitución e inhabilidad para ejercer cargos públicos
por espacio de 10 años.
Y
como dice el refrán: ‘al que nada le cuesta nada le duele’, y este tipo de
ciudadanos hacen parte de esta dicha. Unos parasitando la fortuna de sus
progenitores, otros, afortunados porque la ‘platica’ les llegó por golpe de
suerte, gracias a las mafias y política. En esta horda entran muchos de los
actuales ‘payazos’ dizque políticos, que han multiplicado su patrimonio gracias
al débil sistema gubernamental colombiano, y son estos, quienes con sus
comportamientos nihilistas marcan la pauta de la ética y responsabilidad a la
criolla.
Y
como para enmarcar, la máxima figura de la institucionalidad colombiana
encargada de la integridad y supremacía estatal, hoy es el hazmerreír de todo
un pueblo gracias a las infames actuaciones de su presidente y una cáfila
subyugada, que no sacian su apetito e insisten en continuar al frente de una
rechazada entidad, de las pocas que aún gozaban de alguna esquirla de
credibilidad.
El
torero Jorge Pretelt Chaljub, es ahora el protagonista del nuevo show nacional.
Atrás quedó ‘usted no sabe quién soy yo’, es cuestión olvidada, tal como reza
un fragmento de la canción del ‘Charrito Negro’. Los ojos de la ciudadanía
colombiana están a la expectativa de lo que sucederá en adelante, más cuando el
acorralado juez ha cacareado otra célebre frase: “si yo me voy, nos vamos
todos”, obvio que se irán todos, porque todos tienen rabo de paja.
Suficiente
frase para entender la podredumbre solapada bajo las atezadas togas; algo
insólito que desafortunadamente se ve normal en una sociedad lúgubre, que no
teme en azarearse, más bien, disfruta de un caos administrativo-político, que
incluso el constituyente primario de alguna manera es responsable en el primer
eslabón de esta folclórica degradación
El
paquidérmico Estado ya no aguanta más, porque de seguir resistiendo,
simplemente sería el icono del masoquismo gubernamental en América Latina. Los
colombianos estamos pasando por un estado de anarquía, mucho peor del que se
percibió en la década de los 80 y 90. Definitivamente es nuestro karma y debemos
tolerarlo hasta nueva orden.
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