sábado, 18 de julio de 2015

LA FURIA DE ‘PIE GRANDE’

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Así como en Norteamérica se habla del ‘Pie Grande’, en Suramérica tenemos nuestro ‘Pata Sola’, aunque para muchos estos especímenes hagan parte de una tradicional leyenda, otros, están claros en la idea de que no son ningún mito, sino seres alejados del mundanal ruido, ermitaños y cuidadosos de ser plenamente identificados. De todas maneras es una versión para el aseguramiento mental de la humanidad. Allá, cada quien depure su contenido de ficción o realidad, es una visión particular.

La similitud dentro de la descripción física de estos controvertidos personajes, es compatible, en el sentido de la fisonomía abrupta y feroz, típica de figuras sobrenaturales, que infunden forzado respeto y temor. Son fenómenos atrayentes  de toda mirada y observación, con la conclusión de ser un tema de interminable discusión. En el cono sur, el ‘Pata Sola’, es un nombre sinónimo de asombro y curiosidad.

Hablando de pies grandes importados, Colombia, tiene el suyo, que avizora la parsimoniosa administración de ‘Juanpa’, y cada vez que se le antoja, le aprisiona con la pisada, quebrantándole la dignidad gubernamental; infundiéndole miedo y sucumbiéndole trascendentales decisiones. El omnipotente poder del `Tío Sam’, inhibe la autonomía estatal y persiste en continuar instalando su reconocida huella.

Esta vez, la discusión se torna alrededor de una disposición que irresponsablemente un gobierno pasado impuso inclementemente sobre una masa adormecida, gracias a los malabares estatales, que miraron sin ninguna duda que la utilización del glifosato como alternativa para frenar la producción de hoja de coca, era la indicada. Siempre insistiendo que es el mecanismo propicio para el desarme de un endémico problema sociocultural, consecuencia directa de la explotación de cultivos ilícitos.

Nuevamente como de costumbre, el ‘Pie Grande’, hace estremecer con su pisada, amedrentando a su subalterno y obligándolo a tomar acciones en contra del clamor de una sociedad, que ha vivido en carne propia los nocivos efectos del uso de este herbicida como única fórmula para erradicación de los ilegales sembríos. Son muchas las investigaciones que se han adelantado acerca de las consecuencias de este agroquímico, concluyendo rotundamente en su toxicidad, reflejada en afectaciones de la salud humana, animal y vegetal.

El empleo de glifosato o la opción por otro mecanismo para el cumplimiento del objeto, fue un tema que se debatió en el seno legislativo y en el Consejo Nacional de Estupefacientes, quien finalmente con una abrumadora mayoría expresó la suspensión definitiva del uso del herbicida.

Lo ridículo es que estas acciones se efectúan con la natural timidez, de cuando se sabe que se agrede en su capricho al monstruo del norte, que a través de la historia ha tenido absoluto control del tema, imponiendo su política imperialista.

Estas determinaciones son los primeros destellos de un proceso de paz, que avanza lentamente, pero con firmeza en aspectos trascendentales para el equilibrio sociocultural de la nación. Lógicamente no se dejan esperar detractores de estos acontecimientos; oportunistas que no pierden espacio para contratacar acciones democráticas que beneficiarían a millones de colombianos.

Es preocupante y lamentable a la vez, el número de malformaciones genéticas y enfermedades fatales, que muchos pobladores de las áreas donde tradicionalmente estaban sembradas de coca han tenido que afrontar. Vastas regiones del Chocó, Cauca, Nariño y Putumayo, hoy, son vivos testimonios de esta desgracia, que sin pudor alguno, ‘Pie Grande’ ha implantado bajo la inerme mirada de sus súbditos.


La noticia ha sido razón suficiente para que en este momento la diabólica sombra avasalladora, reviente de furia, y próximamente saque polvo con su pisada.

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