Por Iván Antonio Jurado Cortés
Desafortunadamente aún muchos
colombianos no han entendido la importancia de concebir una sociedad en paz,
por lo menos a nivel institucional como se pretende con el proceso de paz que
se adelanta en Cuba, con el grupo subversivo más antiguo del país y del
continente. Obviamente que cada connacional es libre de pensar y tener su
propio concepto al respecto de esta propuesta; sin embargo, no se acepta bajo
ningún punto de vista que dirigentes políticos y líderes sociales obstaculicen
esta iniciativa nacida de la necesidad nacional.
Algunos argumentos de la oposición a
la paz merecen todo respeto, más cuando
surgen de las víctimas del conflicto, vinculadas directamente a esta
cruenta guerra civil que Colombia afronta hace más de 55 años, solo que en esta
oportunidad, que puede ser única, sería el espacio ideal para finiquitar desde
todo ángulo los productos nefastos del degradante conflicto social. Creo que
nadie está en condiciones de continuar en el eminente riesgo de convertirse en
la próxima víctima de esta fratricida guerra. El sueño de esta nación siempre
ha sido convivir en paz o por lo menos tratar de hacerlo.
Líderes y funcionarios de todas las
esferas opinan permanentemente acerca del álgido tema tratado en La Habana, la
mayoría actuando desde su propia conveniencia. Sus discursos proselitistas son
maquillados con la esperanza de millones de compatriotas que sueñan por un
mejor vivir.
‘Personajes’ empecinados en
alimentar el odio y desesperanza en el Estado, y opositores al actual gobierno,
alimentan sus baterías demagógicas, proyectándolas hacia la masa popular,
convencidos que el proceso de paz es una farsa y no se justifica perder tiempo
y recursos en este intento; por el contrario, para lograr el propósito nacional
el camino inequívoco son las acciones bélicas. Lamentable y absurda posición,
debido que ningún gobierno ni estrategia política han podido derrotar y hacer
deponer las armas a esta agrupación armada.
Pero las cosas no paran con estas
actitudes indignantes, soberbias y egoístas; desde la presidencia de la
República se teje meticulosamente un abuso gubernamental utilizando como
caballito de batalla la continuidad de los diálogos en la caribeña isla.
Lastimosamente en este ‘folclorismo’ electoral, casi todos los políticos intentan
sacar tajada de esta situación que para el resto de la población es de inmenso
significado. Oportunistas y fariseos apostando su ego con el futuro de la
patria.
Entendiendo que los mayores
intereses políticos y de poder provienen de la derecha y ultraderecha
colombiana, es obvio que la estructura temática de los diálogos de paz en nada complace
o favorece los diseños conservadores y burgueses_ pero en el momento vale más
la hipocresía que perder un entramado poder.
Con los puntos acordados con las
Farc, se crea una cortina de humo, manifestado al pueblo la simplesa del asunto,
sabiendo que esto implica un rotundo cambio en la administración institucional,
generando la participación democrática de las minorías y vulnerables.
La participación política y garantías
de la oposición son temas que apuntan a una verdadera descentralización del
Estado, pero causa alergia en políticos que hoy dicen simpatizar con la añorada
paz. En el fondo se sienten víctimas de su actitud farisea y mezquina.
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