Por Iván Antonio Jurado Cortés
Claro que
tu cara les suena a los productores, empresarios y dueños de la
televisión colombiana. La degradación en este medio informativo ha llegado a
tal punto, que ya no interesa para nada lo que el consumidor piense, después
que la propuesta sea lucrativa, lo demás es lo de menos. Obviamente que la
mayoría de estos concursos o realitys son simples copias de otros países con
culturas completamente diferentes y estabilidad emocional particular, imperando
la rentabilidad financiera por encima de la dignidad y cultura regional.
Por todos los órganos de los sentidos nos han
metido estos shows importados, que en su mayoría son contraproducentes a la
sensibilidad nacional, ni que decir de los seriados o novelas violentas basadas
en historias de personajes destructivos de la cultura e idiosincrasia
colombiana. Aunque estos espacios de concursos empezaron en Europa desde el año
1990, es a comienzo del siglo XXI cuando mayor auge toman, convirtiéndose en
franquicias globales con decenas de versiones en diferentes países.
Esta televisión costumbrista viene
carcomiendo el real sentir del televidente, seduciéndole y poniéndolo en contra
de su propia necesidad. Es irónico observar cómo la teleaudiencia defiende y
exige este tipo de programaciones chatarras, que no son más que una distracción
de carácter hipnotizador, correspondiente a deseos desesperados, producto de un
fantasioso fanatismo folclórico.
No solamente tu cara les suena a los grandes
emporios productores de audiovisuales, sino a las posturas políticas
provenientes del seno neoliberal, cuyo fin exclusivamente económico, se
sobrepone a cualquier esquirla de dignidad y respeto de la sociedad civil. Así
como el sistema de salud nacional, la televisión es igual o peor dañina para la
sociedad, los dos van en contra del bienestar humano.
En la última década y bajo el auspicio de las
autoridades competentes, la televisión y radio comercial vienen supeditadas a
un propósito mercantilista, desconociendo la cultura y costumbres de las
comunidades; de esta manera las parrillas de programación en el 80% de su
contenido son espacios netamente creados para los famosos concursos, realitys o
programas monótonos como los mañaneros y vespertinos. Lógicamente que este tipo
de estilos solo contribuyen a la desinformación, alteración de la naturalidad,
embrutecimiento y retroceso en la educación natural.
“Un pueblo desinformado, es un pueblo
ignorante en todos los aconteceres políticos, administrativos, sociales y
culturales”, volviéndose vulnerable, fanático, agresivo, violento y destructor
de su propia identidad. En la actualidad es normal en estos canales
simultáneamente observar shows cargados de músculos, nalgas, besos, sexo y
conversaciones estúpidas; mientras que los agónicos medios institucionales
hacen intentos, a veces inútiles en pro de salvaguardar y fomentar la verdadera
riqueza colombiana en todos sus aspectos.
Al final, los responsables no son estas
empresas de comunicación privadas, sino la débil y anticultural reglamentación
estatal quien permite bajo la inerme mirada social, el trastorno y degradación
de la identidad nacional. El objeto de la televisión institucional es
acribillado permanentemente por el monopolio mercantil de los medios particulares.
El televidente se ha transformado en el conejillo de indias y la fuente directa
de un avasallador enriquecimiento. ‘Tu cara’ me suena, y seguirá sonando hasta
que la razón se sobreponga al corazón.
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