Por Iván Antonio Jurado Cortés
Es
un dicho popular para denominar las fuertes costumbres que muchos colombianos
practican en el momento de cumplir con un buen o mal propósito. En este orden, se
marca diferencia dependiendo de los principios civiles y éticos de los que
bailan o no, con aquella música.
El
último suceso relacionado con el polémico secuestro del Brigadier General,
Rubén Darío Alzate, en el departamento del Chocó, pone en evidencia la
fragilidad del costumbrismo nacional. No es aceptable que al primer
inconveniente, tirar la toalla y salir corriendo.
Es
un absurdo decir que al país le va mejor combatiendo militarmente a los
rebeldes, olvidándose las décadas de intentos, sin resultados positivos. Es
cierto que en medio de un escenario de acercamiento y posible concreción de
paz, la tensión y expectativa es común entre la ciudadanía, solo que no podemos
confundirnos con un cese de hostilidades. Desde el inicio del proceso se planteó
la posibilidad de una tregua bilateral, propuesta no aceptada por el gobierno
nacional.
Según
lo proyectado por el presidente Santos, el próximo año se espera unas
conclusiones decisivas, que el pueblo finalmente avale o desapruebe a través de
un mecanismo de participación constitucional. La delicadeza del asunto es que
el gobierno al final del proceso, entienda y acepte la operatividad de las propuestas
pactadas; que de llegarse a la realidad, inevitablemente sería la
transformación del Estado.
Algunos
medios de comunicación, también son responsables de crear falsas expectativas
respecto a temas que sin concluir su discusión, les transmiten a las masas con
el maquiavélico objeto de distorsionar los avances. Ni que decir la ‘oposición’
de poder, comandada por un expresidente insolente que no pierde oportunidad
para contratacar una esperanza popular.
‘Vaca
ladrona jamás olvida el paso’, refrán muy común entre nuestra idiosincrasia,
basado en el neto costumbrismo, producto del masoquismo religioso y político
permeado en la mente del constituyente primario, quien finalmente determina las
directrices sociopolíticas del país. Es preocupante la actitud de la mayoría
ciudadana, al momento de proceder frente a un tema tan espinoso como el proceso
de paz.
Hay
que entender las consecuencias de dialogar en medio del conflicto, empezando
que las acciones guerreristas y sus agregados continuaran hasta que no exista
un cese bilateral del fuego, algo simplemente posible, pero complicado desde la
óptica gubernamental. Lógicamente existen razones que soportan estas
decisiones, solo que en este momento no podrían ser trascendentales, al
contrario, conllevan a entrabar el asunto.
Más
que claro ha quedado que las estrellas pesan al momento de una determinación:
Soldados rasos y suboficiales detenidos hace días atrás, no pasaba nada, fue
una somera noticia; bastó que un brigadier general fuese aprehendido, para que
el gobierno se manifestara con mensaje de urgencia. Este hecho permitió mostrar
la vulnerabilidad al momento de conceptuar en favor o en contra de la paz. La
respuesta fue la más fácil: suspender un interés nacional por un particular.
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