Por Iván Antonio Jurado Cortés
A pocas horas de finalizar el
año 2014, son muchas los recuerdos, anécdotas, alegrías, tristezas, reflexiones
y expectativas que se tejen en la mente de cada uno de los colombianos;
absolutamente todos con la ilusión de que el año entrante sea mejor que el
cesante. Como buenos hijos del ‘Corazón de Jesús’, no se puede pasar por alto
ciertas actitudes misteriorosas o agüeros
para la despedida del año viejo y el recibimiento del nuevo.
Es una época propicia para el
reencuentro familiar y de amigos, al tiempo que la ocasión permite de alguna
manera hacer un alto en el camino para analizar lo realizado, concluir errores
y proponerse planes en pro de mejorar condiciones personales y familiares.
Nuestro país aún sigue siendo
una nación de gran fervor cristiano, hecho que alimenta constantemente las
tradiciones, recayendo siempre en gastos excesivos. A medida que avanzan los
tiempos las costumbres se transforman, pero jamás pierden el instinto
monetario, al contrario, cada vez son más costosas. Los detalles van desde una
simple tarjeta, pasando por la botella de vino hasta regalos impresionantes
económicamente hablando, lo importante es quedar bien y evitar críticas. ‘somos
pobres pero orgullosos’.
Cae como anillo al dedo una
canción demasiado
popular: ‘El año viejo’, del maestro Crescencio Salcedo Monroy, músico
bolivarense, compositor de famosas melodías como ‘La Múcura’, ‘Mi Cafetal’, ‘El Caimán’, entre otras. ‘Me dejo una chiva,
una burra negra, una yegua blanca…’ reza el coro de este tema, caracterizado
por su peculiar ritmo y contenido, letra que expresa, resignación, realidad
popular e ilusiones.
A medida que las manecillas del
reloj avanzan hacia la hora cero, empieza el corre-corre, personas viajando de
una ciudad a otra, algunas quedadas en los terminales, otras envueltas en su
soledad y distancia, en fin, todas deseando reunirse con sus seres queridos o
amistades, el objeto es diáfano, compartir la melancolía o alegría. Por
tradición suena el disco de Tony Camargo, vienen los abrazos, lagrimas, risas,
y con gran devoción se recibe el año esperado.
En la historia momentánea quedan
los calzoncillos amarillos, lentejas en agua, maletas en la puerta, arroces
esparcidos, baños en azúcar, entre otras supersticiones que se conservan y
pasan de una generación a otra. No cabe duda que la despida del año viejo es la
fecha más sentida por la comunidad colombiana. Es un impulso innato del ser
humano que a través de la historia se ha ido perfeccionando y ha encajado
perfectamente en el molde capitalista.
Inevitable pasar desapercibido
la chiva y la burra negra que nos deja el gobierno nacional: aumento salarial
de miserables 28 mil pesos; disputa entre poderes del Estado; un enredado proceso
de paz; reelección de Santos; un Congreso perverso, negligente y corrupto; la
avaricia de Uribe y la destitución y reintegro de un alcalde que se ensañó
contra la corrupción y las mafias capitalinas.
Obviamente que la costumbre
nacional es seguir tolerando herencias no deseadas, pero no queda de otra sino
asimilarlas e insistir que algún día un año viejo permita que la ‘chiva, la
burra negra y la yegua blanca’ se conviertan en dignas herencias para colmar
tanta necesidad comunitaria.
En la noche sonaran las
campanas, se comerán las uvas y los mejores deseos serán balbuceados en medio
de emotivos abrazos y besos. Solo queda desearnos muchos éxitos para el 2015.
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