Por Iván Antonio Jurado Cortés
El Piedemonte Costero de Nariño
es una región ubicada geográficamente en el área de intersección entre la
cordillera andina y la costa pacífica nariñense, motivo para que sus
condiciones ambientales, culturales y sociales, difieran en algunos aspectos con
las de otras secciones del departamento.
En este orden, el clima que
reviste a esta hermosa subregión del suroccidente del país está supeditado a corrientes
frías y cálidas de aire, que acarician sutilmente esta basta área del pacífico,
provocando un espacio tropical rico en biodiversidad.
Las especiales condiciones
climatológicas han provocado en esta jurisdicción del departamento de Nariño
una flora exquisita, acoplada perfectamente con un sin número de especies
animales, generándole plena identificación a este paradisiaco escenario.
Mallama, tierra de gente amable,
emprendedora; cuna de grandes intelectuales, dirigentes sociales, políticos,
escritores y poetas, que suscriben esta historia particular en la realidad de
Colombia y el mundo.
Los nueve mil mallamenses tienen
la fortuna de gozarse las bondades naturales de la creación divina: ‘El Dedo de
Dios’, aguas termales de Tercán y Guaisés, río Verde, jeroglíficos ancestrales
en Pueblo Viejo y Puspued, y muchos lugares sagrados de este paraíso.
Sus habitantes, la mayoría
indígenas de la etnia Pasto, distinguidos por sus capacidades intelectuales
innatas, reales guardianes del mágico tesoro, herencia de la dignidad y
fortaleza, se asientan en siete corregimientos y 28 veredas, todos unificados
bajo el principio del buen vivir.
Actualmente esta maravillosa
tierra, engendra su economía en sectores específicos: producción panelera,
lechera, frutales, minería artesanal, entre otros, productos propios de los
diferentes climas que van desde el cálido hasta el páramo, bordeando el
imponente volcán Azufral. Propios y visitantes miran en este rincón al
suroccidente de Nariño, una región proyectada al desarrollo integral.
Mallama, excelso paraíso engalanado
con mujeres hermosas; indígenas arraigados a su tierra; labriegos compenetrados
con la realidad del campo y una simbiosis equilibrada de naturaleza, vida,
cultura y amor por lo propio. Cuando nos encontramos en Mallama, nuestros oídos
sienten susurrar a los antiguos sabedores, conductores del sentido natural del
planeta.
El olor a origen sigue intacto;
las huellas marcadas con dignidad y autonomía de los dueños del paraíso, son
garantes del futuro inmediato de sus descendientes.
Desde lo más sagrado de la pacha
mama, vierte el mejor esplendor de la originalidad y linaje aborigen. Mallama,
paraíso terrenal embrujador de emociones y dilucidador de encantos fraternales,
corresponsables de la amabilidad y regocijo. Las bondades majestuosas
permanentemente transforman el retrógrado pensamiento de quienes insisten en
mirar a este terruño como una rampa de inseguridad y violencia.
Llegó la hora de romper estigmas
lastimadores y engendrar confianza en las mentes dudosas que no han querido
observar la generosidad. Su mirada al sur advierte el prodigioso futuro de la
gente incansable de soñar y disfrutar lo mejor.
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