Por Iván Antonio Jurado Cortés
El
gobierno nacional sigue enredado y hablando entre los dientes de la supuesta
promesa, que en pleno agite en busca de una reelección presidencial el doctor
‘Juanpa’ hizo a los actuales ejecutivos del país, de igualar periodos
electorales. Es cierto que después de la fiesta llega el guayabo, y este sí que
es tremendo guayabo, porque esta propuesta aligerada no es que caiga muy bien
en el seno del legislativo y el pueblo.
De
todas maneras es una tarea para inaugurar al recién creado ministerio de la
presidencia, más que una figura decorativa, es otro gasto innecesario que han
exigido los dueños de la mermelada nacional. La ponencia presentada al congreso
de la República es demasiado controvertida, empezando que son tres años los que
entrarían a debate, con el argumento que las elecciones de autoridades
municipales, departamentales y nacional sean en una sola fecha.
Se
alcanza a percibir que el mandato presidencial aunque era una simple promesa de
campaña, tomó a más de un gobernante desprevenido, más cuando se empezaban a
enfilar baterías para enfrentar las próximas elecciones. En el momento esta
iniciativa pasa por la cámara baja, aparentemente gozando de mayoritario
respaldo. Como es de esperarse, todo apunta a que esta discutida propuesta
salga avante antes de finalizar el año, dejando con los crespos hechos a más de
un desubicado.
Aquí
ya no importa si la ponencia es procedente para el pueblo, solo interesa
cumplirles con una palabra a quienes en segunda vuelta rescataron del
hundimiento las intenciones del presidente Santos.
Según
datos extraídos en la última década, el 70% de los elegidos por voto popular
para ocupar las primeras magistraturas locales o regionales, son personas que
inmediatamente anterior a postularse, han sido funcionarios públicos, hecho que
se ha mantenido con proyección al aumento. Estos son los personajes que más
preocupados están con el famoso alargue de periodo.
Aunque
aparentemente muchos de los actuales alcaldes y gobernadores manifiestan
tranquilidad y poco interés frente al tema, en el fondo, todos cruzan los dedos
para que esta deuda presidencial se salde, y finalmente salir con la quemada
frase: ‘mi nombre lo dejaré a consideración de los electores, si ellos miran
conveniente, seguiré sirviéndoles…’. No se puede ocultar la realidad, a todos
los mandatarios les interesa el jueguito.
Obviamente
cualquiera que sea la propuesta, se definirá en unas urnas, con la ventaja de
que el reelegido no tendrá más argumento que sacar a flote sus aciertos
logrados o excusas por no haber concretado el objeto. En fin, los recursos
públicos tarde o temprano se inclinarían a favorecer pretensiones
reeleccionistas, tomando ventaja sobre los competidores sin envestidura.
El
Estado no está preparado para afrontar una situación como esta. En algún
momento este proceso desbordará los límites de la decencia y equilibrio
electoral, y se convertirá en un desbarajuste fiscal sin precedentes. Serán
contados con los dedos de la mano, los que renuncien a tal invitación o no se
aprovechen del erario público para saciar sus intereses de poder.
El
enredo de la igualdad es un asunto que en el fondo cambiará la historia de la
elección popular en Colombia.
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