Por Iván Antonio Jurado Cortés
A última hora en la reforma al
Estado, propuesta presentada por el gobierno nacional al congreso de la
República, se incluyó el ‘voto obligatorio’, iniciativa que ha causado
irritación en la mayoría de la ciudadanía colombiana.
En medio del desespero por
corregir la desequilibrada abstención electoral, que sobrepasa el 65 %, se ha
optado por un mecanismo antipopular que indudablemente afectará a los votantes
y beneficiará a las mafias electoreras, que preocupadas por desastrosos
resultados, no les queda otra opción que tomar la decisión más fácil y rápida.
La abstención electoral se
volvió endémica en la mayoría de las mentes colombianas, y no es culpa del
elector, es el resultado de un masoquismo clientelista y politiquero que un significativo
número de oportunistas han generado progresivamente, hasta el punto de
convertirse en mala práctica cultural, letal para la democracia.
Desde la profundización del
sistema neoliberal, aumentó la apatía electoral, más cuando estos procesos se apoyan
exclusivamente en el dinero, opacando sistemáticamente verdaderos principios de
la política. El voto obligatorio sería la estocada final a un endeble sistema
que lentamente desfallece en medio de la anarquía y desilusión popular.
Prácticamente será el divorcio de la democracia.
Obviamente la preocupación por
la desidia al sufragio es de toda la ciudadanía, especialmente de los demócratas
electores creyentes en su verdadera ciencia, aspirantes algún día que la doctrina
política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno sea una
realidad.
Diferentes encuestas realizadas
por organizaciones consultoras y medios de comunicación, concluyen que la
ciudadanía no ejerce el derecho al voto por la sencilla razón de no compartir
con los candidatos o sus planteamientos ideológico-políticos.
La solución a la crónica
abstención no puede ser imponiendo intereses electoreros por encima del
sentimiento nacional, al contrario, emitir directrices para contrarrestar esta maléfica
costumbre, destructora de la sensibilidad y dignidad patriota. A simple vista
se percibe el malestar del constituyente primario.
La Constitución Política
Nacional, propone mecanismos y herramientas de participación ciudadana, siendo
el derecho al voto en sus diferentes modalidades, la oportunidad para rechazar
o avalar ideas sociopolíticas expuestas desde el escenario gubernamental o
civil. Es una lástima que hoy, a través de un ‘articulito antipopular’ se
quiera obligar a una persona a actuar en contra de su propia voluntad y
dignidad. Este sería la extrapolación de un régimen dictatorial que intenta
resurgir en medio de la hipocresía democrática.
Necesariamente a la par de esta
imposición, también debería reestructurarse la calidad y perfil de los
aspirantes a cargos públicos, entendiendo que es la razón ineludible de por qué
se generó rechazo a la práctica electoral. De nada serviría obligar al
ciudadano a votar, si el propósito de hacerlo no es confiable, menos solución a
una problemática.
La propuesta gubernamental debe
ser integral, en el sentido de plantear criterios cívicos, culturales, ideológicos,
sociales políticos, pedagógicos y
humanos, para incentivar progresivamente el deseo de votar por programas y no
por nombres de candidatos.
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