viernes, 3 de octubre de 2014

Calentamiento electoral

Por Iván Antonio Jurado Cortés

A trece meses de que el pueblo colombiano decida por sus próximos mandatarios regionales y locales, así como sus órganos coadministrativos, ya empiezan a calentarse los ánimos con miras al 25 de octubre del 2015. Se barajan nombres de todos los calibres; entre ellos, paracaidistas, redentores y mafiosos, que aprovechan esta oportunidad para legalizar sus propósitos diabólicos en contra de sus propias comunidades.

En reuniones sociales y hasta en las mismas instituciones públicas, comienzan a observarse movimientos extraños, ya que quienes los interpretan, nunca antes se comportaban así. Se convierten en excelentes saludadores, acomedidos y súper buenas gentes. Ya no les importa los malos olores. Su visión aguda hacia los demás les permite escudriñar hasta los mínimos detalles de sus semejantes. La memoria de estos personajes activa sus emoticones, transmitiendo mensajes hipócritas de cariño y comprensión a los potenciales sufragantes.

Los días pasan y el calentamiento electoral se intensifica hasta el punto de empezar a profundizar diferencias de carácter impulsivo, que inevitablemente afectan las sanas emociones del constituyente primario. Y es que la responsabilidad es compartida; no se puede inculpar a estos caudillos dizque ‘candidatos’, de las alteraciones sociales de los electores, más bien, son los enceguecidos votantes los responsables de sus propias actuaciones.

Las próximas contiendas electorales son las de mayor impacto en la psiquis nacional, debido que son específicas en su desarrollo. Candidatos al concejo, asamblea, así como a alcaldías y gobernaciones, escrutan las intenciones hasta de los más escépticos.

En esa época nadie deja de ser importante; todos son protagonistas, merecen respeto y son tratados como unos verdaderos reyes o reinas.

 A medida que el objeto se acerca, las buenas ideas en su mayoría son acorraladas progresivamente por el avasallador ritmo de las mafias electoreras. Los criterios políticos y sociales suelen pasar a segundo plano, imponiéndose las presiones de personajes que no tienen argumentos, sino que se camuflan en actitudes folclóricas propias de un soberano oportunista, que no mira más allá de abarcar lo que la ley prohíbe.

Aunque la Registraduría del Estado Civil exige para la inscripción de candidatos, además de otros requisitos, un programa de gobierno, que demuestre la proyección de una eventual administración; después de la elección, estas propuestas por lo general se mandan a recoger, dándole vía libre a intereses amañados.

Se siente la fogosidad de los buenos y los malos; de los líderes y seudolíderes; en fin, el agite apenas inicia y las barajas cada vez se acomodan mejor. Indiscutiblemente el monto monetario juega el guiño determinante.

Lastimosamente la flexibilidad de las leyes relacionadas con el control del proceso eleccionista, siempre será mayor, transformándose en una peligrosa costumbre. Los denunciantes creen menos en la efectividad de la justicia, ni siquiera la MOE ha surtido efecto en el control de las mafias. No es raro mirar en cada esquina individuos en el remate de las campañas, promoviendo la degradación de este acto democrático.


Se ha vuelto incontrolable las actividades maquiavélicas en contra del buen proceder ciudadano. Dentro de la famosa ‘Reforma del Estado’, se han considerado algunos articulitos  afines al tema. Amanecerá y veremos.

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