Por Iván
Antonio Jurado Cortés
A trece
meses de que el pueblo colombiano decida por sus próximos mandatarios
regionales y locales, así como sus órganos coadministrativos, ya empiezan a
calentarse los ánimos con miras al 25 de octubre del 2015. Se barajan nombres
de todos los calibres; entre ellos, paracaidistas, redentores y mafiosos, que
aprovechan esta oportunidad para legalizar sus propósitos diabólicos en contra
de sus propias comunidades.
En reuniones
sociales y hasta en las mismas instituciones públicas, comienzan a observarse
movimientos extraños, ya que quienes los interpretan, nunca antes se
comportaban así. Se convierten en excelentes saludadores, acomedidos y súper
buenas gentes. Ya no les importa los malos olores. Su visión aguda hacia los
demás les permite escudriñar hasta los mínimos detalles de sus semejantes. La
memoria de estos personajes activa sus emoticones, transmitiendo mensajes
hipócritas de cariño y comprensión a los potenciales sufragantes.
Las próximas
contiendas electorales son las de mayor impacto en la psiquis nacional, debido
que son específicas en su desarrollo. Candidatos al concejo, asamblea, así como
a alcaldías y gobernaciones, escrutan las intenciones hasta de los más
escépticos.
En esa época
nadie deja de ser importante; todos son protagonistas, merecen respeto y son
tratados como unos verdaderos reyes o reinas.
A medida que el objeto se acerca, las buenas
ideas en su mayoría son acorraladas progresivamente por el avasallador ritmo de
las mafias electoreras. Los criterios políticos y sociales suelen pasar a
segundo plano, imponiéndose las presiones de personajes que no tienen
argumentos, sino que se camuflan en actitudes folclóricas propias de un
soberano oportunista, que no mira más allá de abarcar lo que la ley prohíbe.
Aunque la
Registraduría del Estado Civil exige para la inscripción de candidatos, además
de otros requisitos, un programa de gobierno, que demuestre la proyección de
una eventual administración; después de la elección, estas propuestas por lo
general se mandan a recoger, dándole vía libre a intereses amañados.
Se siente la
fogosidad de los buenos y los malos; de los líderes y seudolíderes; en fin, el
agite apenas inicia y las barajas cada vez se acomodan mejor. Indiscutiblemente
el monto monetario juega el guiño determinante.
Lastimosamente
la flexibilidad de las leyes relacionadas con el control del proceso
eleccionista, siempre será mayor, transformándose en una peligrosa costumbre.
Los denunciantes creen menos en la efectividad de la justicia, ni siquiera la
MOE ha surtido efecto en el control de las mafias. No es raro mirar en cada esquina
individuos en el remate de las campañas, promoviendo la degradación de este
acto democrático.
Se ha vuelto
incontrolable las actividades maquiavélicas en contra del buen proceder
ciudadano. Dentro de la famosa ‘Reforma del Estado’, se han considerado algunos
articulitos afines al tema. Amanecerá y
veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario