Por Iván Antonio Jurado Cortés
No cabe duda que el sistema neoliberal o capitalista se fortaleció en
los últimos gobiernos, especialmente desde 1990 en adelante; sin embargo, a
medida que ha pasado el tiempo se ha detectado una agudización en
determinaciones estatales que prácticamente han roto la estructura de
gobernabilidad popular, acelerando una caótica crisis socioeconómica en todos
los componentes básicos de la sociedad.
Reconociendo que el peor error político cometido en el inicio de siglo
fue la aprobación de la reelección presidencial, quedando en evidencia que la
clase política en su mayoría son unos amangualados y clientelistas, que solo
piensan en sacar siempre la mejor tajada del pastel, dejando a una multitud en
la total incertidumbre y abandono. Caso concreto, la aprobada, rechazada y
olvidada “Reforma a la Justicia”, que no es más que un escampadero de ratas a
quienes les viene gruñendo el gato de la justicia.
Más del 60% de estas personas de ‘corbata gringa y paños europeos’ están
investigados y otros tras las rejas, incriminados por aliarse con el ‘diablo’,
tráfico de influencias, estupefacientes y apropiación de la ‘platica’ de una
masa necesitada y angustiada por mejorar sus condiciones sociales.
Ahora viene una pregunta caída por su propio peso: ¿Qué tanto puede
velar por los intereses de un colombiano de a pie, un sinvergüenza de estos?...
si a simple vista se nota la codicia por empoderarse del bien ajeno.
Colombia es de los pocos estados latinoamericanos donde prevalece el
interés de un pequeñísimo sector de la población dedicado a los grandes
negocios; ellos, conjuntamente con los ‘altos políticos’ son los encargados del
diseño, proyección y futuro de las comunidades, siempre blindando sus intereses
capitalistas y de poder.
En la actualidad ni siquiera los pocos sindicatos existentes, tienen la suficiente
valentía para enfrentar o adoptar posiciones estructurales que identifiquen el
afán y necesidad de los ciudadanos soñadores de un mejor país, donde prime una
vocación ecuánime, de justicia y prioridad por lo colectivo; a ellos los invade
el permanente temor de las represalias provocadas por fuerzas oscuras,
impidiéndoles a estos ciudadanos intentar abrir camino en pro de un bienestar
comunitario. Sin olvidar que Colombia es el país con mayor índice de muertes
selectivas y desapariciones forzadas a sindicalistas y líderes sociales
representantes de población vulnerable.
Por estar pensando en el dichoso proceso reeleccionista, el presidente
ya no gobierna para cuatro años sino para dos, porque los últimos son dedicados
a campaña electoral con miras a continuar sosteniendo un rutinario poder, sin
medir consecuencias, que por lo general son lesivas para la mayoría de los
colombianos.
El primer gobierno se mantuvo con el sofisma de la famosa prosperidad democrática;
ahora, la paz fue el lema de su reelección, que por cierto, después de algunos
apretones, al final logró el resultado esperado.
Sin olvidar lo inmediatamente sucedido, vuelve y juega el mismo cuento:
“Prosperidad para Todos”: Cien mil casas “gratis”; indemnizaciones a las
víctimas; subsidio a la tasa de interés para vivienda VIS, créditos Icetex,
fortalecimiento de la política agropecuaria y ajustes al sistema de salud. Declaración
de “Familias en Acción” como política de Estado; otras cien mil viviendas
rurales…. En fin.
La reelección todo un paquete chileno. Muestra de esto, la Ley de
Restitución de Tierras y Reparación a las Víctimas, que no se ha cumplido ni el
6% de lo prometido. ¿Será que la varita mágica del santo funcionará esta
vez?... amanecerá y veremos…
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