jueves, 21 de agosto de 2014

TANTO PODER PARA “UN REY” SIN CORONA

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

En el mundo existen diferentes formas para gobernar a un país, algunas de mayor efectividad que otras; sin olvidar que la cultura ciudadana juega un trascendental papel en la toma de decisiones gubernamentales.

En este orden, encontramos el régimen presidencial que incluye los poderes legislativo, ejecutivo y judicial; Régimen Parlamentario y Régimen de Asamblea Popular o Partido Único. Cabe anotar que todos hacen parte de la vida democrática de un pueblo, permitiendo al constituyente primario tener el control y poder para determinar acciones en pro o en contra de cualquier sistema.

En América, la mayoría de países han optado por el régimen presidencialista. Este sistema fue inventado por los norteamericanos de Filadelfia en el año 1867, idea de un notable político y pensador, Walter Bagehot. En esta forma administrativa, el Presidente de la República es el centro de gravedad de los poderes públicos; en otras palabras, se interpreta como institución estatal condicionante.

En Colombia se ha venido aplicando al pie de la letra el modelo “gringo”, con la diferencia que los estadounidenses son disciplinados, mucho más éticos y respetuosos del bien público, algo que nos cuesta aceptar pero se debe reconocer.

El poder ejecutivo en nuestro país es monocéfalo, conformado por una sola persona llamada presidente, quien asume los poderes de un jefe de Estado y Gobierno, obviamente a su entorno un equipo de trabajo integrado por ministros y directores administrativos sin poder de decisión.

La Constitución Política colombiana confiere al señor presidente poder extraordinario desbordante, como objeción a los proyectos de Ley, negar sanciones constitucionales a los mismos, entre otros. El ejecutivo también cuenta con la manifestación de urgencia para dar trámite a proyectos de gobierno; por otro lado implanta la política internacional. En conclusión, el Presidente de la República es el director de la administración pública, subyugando los actos de gobierno a su santa voluntad.

Los tres poderes son marcados por sus funciones, responsabilidades y debilidades dentro del quehacer democrático. Sin embargo, tanto el ejecutivo como el legislativo se han identificado por la progresiva degradación en el sentido de aprovecharse de las envestiduras para finalmente sacar avante intereses particulares. Prácticamente son rampas para lograr propósitos egoístas y maquiavélicos, afectando drásticamente a sus representados.

Los últimos hechos acaecidos en esta nación dejan entrever el abuso de autoridad de los poderes públicos, incluyendo al judicial, vulnerado por continuas provocaciones del legislativo y ejecutivo. Colombia entera está ávida de un cambio estructural de gobernabilidad; ya no aguanta más, necesariamente se debe combatir las mafias instauradas en todas las ramas del Estado.

Traigo a colación un fragmento del texto emanado por el Comité Central del Partido Comunista de China bajo la presidencia de Mao Tsetung en 1963: “¿De dónde provienen las ideas correctas? ¿Caen del cielo? No. ¿Son innatas de los cerebros? No. Solo pueden provenir de la práctica social, de las tres clases de práctica: la lucha por la producción, la lucha de clases y los experimentos científicos en la sociedad. La existencia social de la gente determina sus pensamientos. Una vez dominadas por las masas, las ideas correctas características de la clase avanzada se convertirán en una fuerza material para transformar la sociedad y el mundo. En la práctica social, la gente se enfrenta con toda clase de luchas y extrae ricas experiencias de sus éxitos y fracasos”.

No hay necesidad de recurrir a acciones de choque o actos convencionales para afrontar y conseguir logros populares, basta con que la sociedad afectada tome razonamiento y actúe acorde a las necesidades. Empezando con una profunda reforma a la Constitución Nacional, aprovechando mecanismos y/o instrumentos políticos como: Congreso, Asamblea Constituyente o Referendo, que llevarían a feliz término propuestas de beneficio colectivo, reoxigenando al Estado.

Dejar de lado pensamientos anacrónicos de la política, arraigados en el nacionalista primario simplista y pasar a convertirse en un constituyente primario permanente, donde se identifique por el lenguaje y la manera de actuar, revestido de crítica, análisis, conclusiones y proposiciones.


Que no sea el ciudadano que solo manifiesta serlo cuando procede a votar en épocas de elecciones. Son más de doscientos años, suficientes para tomar determinaciones soportadas en la experiencia y sufrimiento de millones de compatriotas sumidos en la miseria. Tanto poder para un rey sin corona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario