martes, 12 de agosto de 2014

El azote del ‘Niño’

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Como dice el refrán: ‘soldado avisado no muere en guerra’, ha sido el mensaje que diariamente se ha transmitido desde la Unidad Nacional de la Gestión del Riesgo de Desastres a todas las jurisdicciones del país. Ya se ha vuelto cultural escuchar  fenómenos de alteración climática, sea por lluvia o sequía. Hace más de 15 años que el clima perdió su ritmo, ni los agricultores más experimentados pueden calcular las etapas estacionales.

Cuando muchas regiones colombianas aún no salen de las ruinas que dejó la pasada ola invernal conocida como ‘fenómeno de la Niña’, hoy, la tierra del ‘Corazón de Jesús’ en medio de su incertidumbre empieza afrontar un nuevo ciclo muy familiar, el ‘fenómeno del Niño’. Las alertas gubernamentales se han activado, los medios de comunicación reseñan y presentan diariamente sus efectos y la preocupación de los afectados crece enormemente por las consecuencias que acarreará.

Como dice un viejo labriego de Nariño: ‘contra la furia de la naturaleza no hay nada que hacer’, frase lamentablemente real. Las reformas legislativas relacionadas con el manejo ambiental no son efectivas, aunque algunas bien estructuradas, pero al momento de su aplicabilidad fracasan por insostenibilidad financiera. Caso concreto con los planes de gestión del riesgo de desastres y las estrategias de respuesta a emergencias, cuya promulgación se hizo en el 2012, y es este el momento donde las medidas no han sido concretas.

La preocupación aumenta cuando en zonas donde nunca habían sufrido por escases de agua, hoy lamentan su desdicha. Las regiones oriente y atlántica afrontan el primer mes de verano, mientras que otras como Nariño, Putumayo, Cauca, Valle, eje cafetero y Antioquia, se resignan a tolerar el azote del Niño. Obviamente que las causas son perfectamente conocidas por toda la humanidad; sin embargo, y a pesar del conocimiento, la inconciencia, irresponsabilidad y pésima planificación de muchos gobiernos, permiten que la crisis ambiental acelere hasta el extremo de poner en eminente riesgo la sostenibilidad humana.

El 80% de las Cars simplemente son entes burocráticos, convertidos en trampolines políticos de caciques y terratenientes. A su estilo el Ministerio de Ambiente, solo una figura para llenar requisitos internacionales y soñar que un cambio de mentalidad y acciones en favor de la madre naturaleza llegará. Los programas y proyectos relacionados con la prevención del ataque indiscriminado al ambiente nunca han sido eficaces, simplemente pañitos de agua tibia.

Para la protección del ambiente necesariamente debe contarse con presupuesto acorde a la necesidad. Que sea desde el nivel central donde se equilibre las inversiones para este componente. No lo que actualmente sucede, que la responsabilidad directamente recae sobre los departamentos y municipios.

Entendiendo que el 70% de los municipios son de 6ª categoría y sus presupuestos son irrisorios, nunca podrían asumir semejante tarea. Según la distribución el Sistema General de Participaciones, el rubro destinado al tema ambiental es un insulto.

Los organismos de prevención y atención de desastres se quedan cortos al momento de accionar y contrarrestar  incursiones naturales. La Ley 1523 de 2012, es una herramienta muy bien elaborada, pero sin colchón financiero, hecho que la transforma en letra muerta, pasando al sueño de los justos.


Colombia ya siente el azote del Niño, esta vez mucho más fuerte que la última fueteada. Llegó la hora de fortalecer los fondos para la gestión del riesgo y poner en práctica las estrategias de respuesta a emergencias. No hay de otra. 

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