Por Iván Antonio Jurado Cortés
Como dice el refrán: ‘soldado
avisado no muere en guerra’, ha sido el mensaje que diariamente se ha
transmitido desde la Unidad Nacional de la Gestión del Riesgo de Desastres a
todas las jurisdicciones del país. Ya se ha vuelto cultural escuchar fenómenos de alteración climática, sea por
lluvia o sequía. Hace más de 15 años que el clima perdió su ritmo, ni los agricultores
más experimentados pueden calcular las etapas estacionales.
Cuando muchas regiones colombianas
aún no salen de las ruinas que dejó la pasada ola invernal conocida como ‘fenómeno
de la Niña’, hoy, la tierra del ‘Corazón de Jesús’ en medio de su incertidumbre
empieza afrontar un nuevo ciclo muy familiar, el ‘fenómeno del Niño’. Las
alertas gubernamentales se han activado, los medios de comunicación reseñan y
presentan diariamente sus efectos y la preocupación de los afectados crece
enormemente por las consecuencias que acarreará.
La preocupación aumenta cuando en
zonas donde nunca habían sufrido por escases de agua, hoy lamentan su desdicha.
Las regiones oriente y atlántica afrontan el primer mes de verano, mientras que
otras como Nariño, Putumayo, Cauca, Valle, eje cafetero y Antioquia, se
resignan a tolerar el azote del Niño. Obviamente que las causas son
perfectamente conocidas por toda la humanidad; sin embargo, y a pesar del
conocimiento, la inconciencia, irresponsabilidad y pésima planificación de muchos
gobiernos, permiten que la crisis ambiental acelere hasta el extremo de poner
en eminente riesgo la sostenibilidad humana.
El 80% de las Cars simplemente son
entes burocráticos, convertidos en trampolines políticos de caciques y
terratenientes. A su estilo el Ministerio de Ambiente, solo una figura para
llenar requisitos internacionales y soñar que un cambio de mentalidad y
acciones en favor de la madre naturaleza llegará. Los programas y proyectos
relacionados con la prevención del ataque indiscriminado al ambiente nunca han
sido eficaces, simplemente pañitos de agua tibia.
Para la protección del ambiente necesariamente
debe contarse con presupuesto acorde a la necesidad. Que sea desde el nivel
central donde se equilibre las inversiones para este componente. No lo que
actualmente sucede, que la responsabilidad directamente recae sobre los
departamentos y municipios.
Entendiendo que el 70% de los
municipios son de 6ª categoría y sus presupuestos son irrisorios, nunca podrían
asumir semejante tarea. Según la distribución el Sistema General de
Participaciones, el rubro destinado al tema ambiental es un insulto.
Los organismos de prevención y
atención de desastres se quedan cortos al momento de accionar y
contrarrestar incursiones naturales. La
Ley 1523 de 2012, es una herramienta muy bien elaborada, pero sin colchón
financiero, hecho que la transforma en letra muerta, pasando al sueño de los
justos.
Colombia ya siente el azote del
Niño, esta vez mucho más fuerte que la última fueteada. Llegó la hora de
fortalecer los fondos para la gestión del riesgo y poner en práctica las
estrategias de respuesta a emergencias. No hay de otra.
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