lunes, 7 de julio de 2014

LA CALENTURA DEL FÚTBOL

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Avanza el campeonato mundial Brasil 2014, dejando a su paso alegría, desilusión, y melancolía en los países que directamente participan de la máxima cita orbital del fútbol asociado. Esta vez la efervescencia colombiana se ha sentido como nunca antes; la fiebre amarilla ha contaminado desde el recién parido hasta el anciano postrado; lo importante es identificarse con el fervor patrio. Existen motivos suficientes para que hoy esta masa de 47 millones de compatriotas vibre de pasión.

A diferencia de otras naciones  que a su estilo reciben y festejan sus triunfos, en Colombia, el jolgorio altera la bilirrubina hasta el extremo de volver insostenible una simple celebración. Aunque suene paradójico, en las principales ciudades tuvo que imponerse la ley seca con el objeto de evitar disturbios y afectaciones físicas entre los mismos fiesteros. Ahora ya no son los hooligans los temibles del fútbol sino los feroces criollos, que con desadaptadas actitudes ponen a temblar a toda una institucionalidad.

Obviamente que un triunfo de nuestra selección se siente hasta en lo más profundo del ser, incluso, los no gustosos de este deporte, disfrutan de una innata sensación cuando suenan las notas marciales en tierras cariocas. Son 11 atletas vestidos con los colores patrios, quienes tienen la inmensa responsabilidad de dejar en alto el nombre del país.

Lastimosamente, gracias al cruce interracial entre saqueadores españoles e indígenas ubicados en este cantón norte de suramérica, hoy la sangre nacional tiene que compartir impulsos negativos provenientes de genes segregados por la incursión monárquica de aquel entonces, produciendo efímeros arrebatos que en ocasiones terminan en hechos delincuenciales, en algunas circunstancias anteponiendo hasta la vida.

Nuestro folclorismo ha llegado a un nivel exorbitante. Cada día del calendario se conmemora una fiesta, ya sea religiosa, cultural o social, pero es fiesta. Siempre habrá motivo para celebrar o pretexto para relajarse. Este es nuestro folclore, el que nos marca la historia y conlleva varias veces a decisiones equivocadas, que al final, afectan el desarrollo socioeconómico de las masas.

El gobierno nacional viene preocupado por los altos índices de accidentes y víctimas a causa de las alocadas celebraciones, que sin ningún escrúpulo van en aumento. La decisión en algunas capitales de implementar la ley seca, deja entrever el grado de desasimilación de efectos efímeros que producen daños irreversibles en los involucrados. En pleno siglo 21 y aun no se sabe aceptar definiciones en la medida del tiempo, pasajeras; por el contrario, se convierten en hechos de arrepentimiento y desazón.

Las últimas estadísticas arrojan una leve mejoría en cuanto al comportamiento folclórico de los alegres colombianos; sin embargo, la preocupación persiste, más cuando se tiene claro que el próximo encuentro entre la tricolor y Uruguay, es trascendental para la historia del deporte rey.

Por la misma importancia del compromiso, desde ya se prevé que si no se tiene un buen plan de contingencia, y dependiendo del resultado que posiblemente será positivo, podría presentarse un caos sin precedentes.


La calentura del fútbol ha contagiado al planeta entero, en la mayoría de naciones se festeja como se debe, con fanatismo pero con mucha responsabilidad; algo que en nuestra tierra no sucede. Desde ya las multitudes se preparan para una fiesta nunca antes vivida. Estoy seguro que la famosa ley seca no dará abasto, y será el folclorismo quien finalmente determine en la razón de la psiquis colombiana. Rogar que el fanatismo desenfrenado no arrase con la normalidad.

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