lunes, 2 de junio de 2014

La calavera es ñata...

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Hace unos días finalizó la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia, los resultados no se alejan de la cruda realidad, al contrario, cada vez ratifica la complacencia del pueblo de sentirse maltratado por un régimen, efectivo en ocultar el inconformismo e impotencia ciudadana, que teniendo la fórmula perfecta para revelarse contra la opresión neoliberal y elitista, no lo hace, solo se mantiene en posición inerme e ilusionaría.

De los cinco candidatos que participaron en la pasada contienda electoral, cuatro compartían idéntica ideología, opacando  casi en su totalidad propuestas con enfoque social, estructuradas desde las bases populares. No deja de ser preocupante la paquidérmica actitud ciudadana frente a la toma de decisiones concernientes al futuro del país. No existe la  menor duda que la mayoría de colombianos están de acuerdo con la política esclavizadora que actualmente rige en la tierra del ‘Corazón de Jesús’.

La elección de Oscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos para la segunda vuelta, simplemente refleja la bondad enceguecida de millones de compatriotas que añoran una mejor Colombia, solo que sus esperanzas las depositan estrictamente en el cambio de actitud de estos ‘personajes’ que han sido idénticos al momento de gobernar.

Es tan decantado el procedimiento para alcanzar la primera magistratura del Estado, que prácticamente desde hace más de 150 años no se brinda el espacio para la diversificación gubernamental, son las mismas familias que se han mantenido a través del tiempo gracias a sus curtidas argucias.

Problemas endémicos en salud, educación, empleo e inversión social, son los que cada cuatro años se remojan, aprovechándose los políticos para embaucar a las comunidades, reiterando la repetidera de que esta vez las cosas mejoraran, insistiendo siempre en el cambio. Todos coinciden en expresar las fallas de gobierno, pero con el apoyo rotundo de sus electores, los problemas esta vez se solucionaran. Paros, marchas, desanimo ciudadano y toda clase se comportamientos de rechazo a las políticas estatales, son los que durante los cuatro años se visibilizan, solo que al momento de ratificar el disgusto a través del voto, no se hace- se confirma que todo está en orden.

Hoy la población electorera está a la expectativa de lo que sucederá el próximo 15 de junio, cuando finalmente se determine quién continuará con las riendas del neoliberalismo. Lastimosamente el pueblo ha labrado su propio destino, antes de semejante acontecimiento, ya se sabe que habrá mermelada y falsos positivos para rato. Todo el inconformismo social de tantos años maltrechos se reduce a una simple decisión, la de mal utilizar un mecanismo constitucional como el voto para convertirse en verdugo de su propio pueblo.

Prácticamente las cartas están echadas, y el futuro de esta convulsionada nación completamente incierto. Vuelve hacer de las suyas el acostumbrado folclorismo, ese que es producto de un alegre corazón, adormecedor de la mente y trastornador de la razón. Mañana el arrepentimiento será tardío, vendrán las quejaderas y el inevitable ‘dios mío’.

Ahora se cumple el trajinado refrán muy bien aplicado en los juegos de azar: ‘la calavera es ñata por donde se le mire’; dos opciones políticas que en nada aportaran a resolver los problemas de fondo. Las alternativas de elección para los colombianos han quedado reducidas al clientelismo y farsa populista.

Al trasto se fueron las ideas del verdadero cambio; la esperanza de renovación patriota desfallece en medio de la incertidumbre y masoquismo popular.


Con un abstencionismo del 60%, se concluye que el desánimo electoral toco fondo, una diezmada ciudadanía decidirá por una mayoría ausente de la realidad humana.

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