Por Iván Antonio Jurado Cortés
A medida que avanza la campaña
electoral en busca de la primera jefatura del estado y gobierno colombiano, son
muchos los desafueros que los candidatos presidenciales vienen cometiendo en el
afán de lograr adeptos, con el propósito de aumentar su caudal de votos y de
esta manera alcanzar el añorado omnipotente poder. Obviamente que en este
trajín, son demasiadas las argucias por parte de sus protagonistas.
Publicidades tan folclóricas
como: ‘no nos van a callar’, más que un mensaje electoral muestra un sabor
insípido de una campaña que no tiene brújula, solo se limita a pescar en río
revuelto, para finalmente encausarse por la mejor propuesta burocrática tal
como ha ocurrido en las ultimas contiendas electorales. Es un partido que
prácticamente hace años perdió su rumbo, y solo ha servido como comodín de
grupos oportunistas, que han gobernado a Colombia en la última década.
Aunque el inventor de la reelección
presidencial hoy toma de su propia medicina, ahora piensa que un candidato de
la talla del ‘zorro’ puede desmembrar una aceitada maquinaria bañada en
mermelada, que él mismo dejó proyectando para largo rato.
Como dice el refrán ‘cada loco
con su cuento’, y es que de locos si tienen mucho estos personajes que se la
juegan por llegar a la Casa de Nariño.
Incluso, otros habilidosos
utilizan estrategias camaleónicas, cambiando totalmente su apariencia con el
fin de concretar su sueño, caso Peñalosa, se acostó con un pensamiento
ultraderechista, la divina providencia lo acompaño en su letárgico sueño y
levantó dizque ‘progresista’. Algo increíble pero real. Pero lo más asombroso
es que personalidades identificadas por su pensamiento social, sean los
armonizadores y cómplices de estas variaciones ideológicas.
En la recta final de esta
agitada campaña, se concluye que existen dos pensamientos de gobernabilidad,
uno que apunta al fortalecimiento del paquidérmico gobierno neoliberal, y otro,
dirigido a una restructuración del Estado en toda dimensión.
Pero como en toda campaña
regional o nacional, la lógica entre la necesidad y la decisión siempre va en
contravía. Mientras el pueblo se sumerge en la más profunda crisis
socioeconómica, a merced de un gobierno clientelista salpicado por corrupción,
al momento de tomar determinaciones para reivindicar su malestar, siempre erra,
convirtiéndose en un endémico cirulo vicioso.
Pero la ‘mierdita que no ha
tapado el gato’ es el ridículo enfrentamiento entre dos gamonales procedentes
de la misma finca, quienes por ‘pequeñas frutas’ rompieron relaciones, y en el
momento es el pleito que cautiva la atención de millones de desprevenidos,
quienes en medio del acostumbrado folclorismo, descartan propuestas serias por
sendos pantallazos populistas repletos de sandeces e hipocresía.
Este proceso electoral a
diferencia de los anteriores se ha caracterizado por marcados sarcasmos y actos
extremadamente populachos, dignos de ignorancia democrática. Un proceso de paz
que al inicio gozaba de buen nombre, hoy, es el caballito de batalla de otro
manzanillo que sin dudarlo se la juega por su reelección. El maquiavelismo
electoral está a la orden del día, bajo la inerme parada del pueblo oprimido,
que ‘reza’ y espera la venida de un redentor.
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