Por Iván Antonio Jurado Cortés
En
épocas electorales se nota mucho un fenómeno que a través del tiempo se ha
vuelto una costumbre bien vista por los ciudadanos del común. Si se hace un
análisis profundo y responsable sobre el tema, se llega a la conclusión que el
impulso o fanatismo ha sido en gran parte el causante de atraso en los
diferentes procesos sociales y políticos que se han realizado o se quieren
engendrar de manera seria y planificada en una sociedad como la nuestra.
Por
lo general las personas fanáticas siempre actúan en base a un sentimiento
efímero, sin un argumento válido que justifique sus actos. Es un impulso que
nace prácticamente del “corazón”, donde la razón es anulada sin prever el
efecto nocivo que pueda causarle a la otra persona o a una comunidad.
En
conclusión, el fanatismo es un proceder inconsciente de la gente, y la manera
de combatir de raíz estas actuaciones irracionales es con educación ciudadana y
planificación de tareas. Los verdaderos procesos de formación social se
caracterizan por anclar bases con criterios sólidos, planificados y proyectados
a congregar personas en una verdadera participación política.
Por
lo general este tipo de actitudes suelen suceder con individuos que no poseen ninguna
clase de formación política y, en el país del ‘Corazón de Jesús’ es
considerable el número; aclarando que la política es la directriz que rige la
actuación de una persona o sociedad.
La
política es una palabra simple con contenido complejo, debido a la
trascendencia en el actuar diario del ser vivo.
La
política la practicamos desde que llegamos a este mundo. En el núcleo familiar
es donde más acentuada y funcional debe ser esta palabra, de lo contrario nunca
podríamos desenvolvernos en un ambiente armonioso de familia. En el trabajo, en
el deporte, en el amor, prácticamente en todo lugar encontramos que las cosas tienen
una razón de ser y deben ser planificadas.
El
fanatismo adolece de planificación, ya que es una actitud impulsiva, apasionada
y enceguecida a favor de un acto o una persona. Si queremos contribuir en
mejorar esta falencia, debemos empezar por brindar espacios de inclusión,
ilustración y posterior capacitación de lo que es un verdadero proceso y actuar
político; más, si se trata de una campaña electoral.
No
se puede perder de vista que la actividad electoral es efímera, así que si
cometemos errores producto del fanatismo, estos marcarán a la persona y dejaran
huellas a veces incorregibles y difícil de olvidar.
Se
acerca una fecha electorera y la población colombiana se apresta para elegir un
congreso de la República y posteriormente al presidente. Las maquinarias
oligarcas y partidistas continúan en su demoledor trabajo de cada vez
concentrar mayores adeptos, mantenerse en el cargo y afianzar un cuestionado
poder político.
Colombia
está llena de fanáticos electorales, muestra de ello, las jugadas camaleónicas
y errores al momento de elegir a un servidor o funcionario público. La
combinación de fanatismo y la necesidad laboral de muchos ciudadanos conllevan
una soberbia mezcla, letal para el desarrollo y progreso de esta sociedad
hambrienta de cambio pero que desfallece en su intento, todo por un obsoleto
esquema que favorece a las minorías. Cada vez se determina que el problema no
son los políticos sino la estructura del Estado.
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