martes, 4 de febrero de 2014

“EL QUE TIENE PADRINO SE BAUTIZA”

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Actualmente en el mundo existen diferentes régimes políticos para gobernar a la humanidad, se menciona al partido único o asamblea popular, parlamentario, parlamentario-monárquico y presidencialista; este último habilitado en Colombia desde el gobierno del libertador Simón Bolívar.

Al Estado colombiano lo conforman tres ramas, ejecutiva, legislativa y judicial; la primera con funciones especiales que prácticamente influye en las decisiones de los otros poderes. Nuestra Constitución Política Nacional a pesar de ser extraída de la estructura gubernamental de Estados Unidos, es muy diversa; prestándose para el amparo de leyes que conllevan al retroceso de la sociedad y la función pública.

Cuando se hace uso del voto como instrumento democrático para elegir a las autoridades a los diferentes estamentos públicos, simplemente se les ratifica como líderes, encomendándoles una gran responsabilidad para administrar, coadministrar o legislar de acuerdo a una normatividad establecida, reafirmada en principios morales y cívicos en beneficio de toda la sociedad; más no se les da poder para que se apropien de las entidades estatales o de los bienes de carácter público.

Desafortunadamente en nuestro país esta actividad, que a propósito se tipifica como delito, se ha convertido en sana costumbre. En el momento es común escuchar frases como: “Amigo! Me imagino que ya tiene todos los papeles en regla, ahora lo llevo donde el congresista tal… para que el doc. hable con el director o el gerente de la entidad, y de esta manera lo ubiquen y empiece a camellar…”.

Las preguntas caen por su propio peso, ¿cuál será la autonomía que tienen las entidades o dichas personas cuando se las nombra para dirigir o administrar? ¿Porque carajo se tiene que rendirle pleitesía a un sinvergüenza congresista o candidato para que dé la venia y proseguir en la aspiración laboral? ¿Será que tienen acciones en dichas instituciones? En fin,… todo se ha convertido en una mafia para beneficiar intereses de poder netamente particulares.

Pero el problema se concentra más en la clase legislativa, son ellos quienes tienen “el sartén por el mango”, determinando por los destinos laborales de muchísimos colombianos, que aún abrigan la inocente esperanza de ingresar a una entidad oficial sin ningún “palancaso”. La consecuencia de esta diligencia clientelista, egoísta y mafiosa se refleja en las malas gerencias o administraciones; conllevando al detrimento del erario estatal, deterioro de la sociedad y cimentación de actitudes mediocres y sin retorno.

Con lo anterior simplemente se concluye que en el país del ‘Corazón de Jesús’, “el que tiene padrino se bautiza”; y los que no, continuaran esperando y confiando que los verdaderos padrinos sean las mismas cualidades intelectuales y/o empíricas, articuladas con la voluntad de prestar un buen servicio.


Cada vez la desconfianza del constituyente primario aumenta en contra de los procederes políticos de sus dirigentes; hecho que pone en duda la gestión y buenas acciones de contadas personas inmersas en la vida pública. Las leyes son flexibles y quienes las dirigen mucho más, permitiendo que los aspirantes a reelegirse y elegirse, alimenten permanentemente la mafia clientelista y de poder.

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