lunes, 20 de enero de 2014

UN AÑO DE DEFINICIONES

Por Iván Antonio Jurado Cortés

Cuando quedan algunos meses para que termine el periodo legislativo y luego el presidencial, la nación colombiana se prepara con todo para afrontar dos procesos eleccionarios, uno para congreso de la República y otro para nombrar al ejecutivo; siendo así, aún se observa mucha improvisación y un significativo recelo por parte de la ciudadanía. Aunque aparentemente las condiciones están dadas para el proceso electoral, no deja de causar preocupación la manera como el constituyente primario es coaccionado para el sufragio.

Entendiéndose como represión las campañas mediáticas originadas por las diferentes maquinarias partidistas o la psicológica, que es más dañina por su impacto  a largo plazo, permitiendo un enquistamiento paradigmático que atenta contra la propia dignidad humana.

Los retos para los próximos elegidos son inmensos, siendo de mucha responsabilidad la determinación por parte de los electores. Hoy cuando el país vive uno de los pasajes más sensibles de su historia política, dado a las circunstancias sociales, económicas y culturales, se hace necesario que el pueblo asuma el control de la ruta futura.

Este año es decisivo para sobreponer una patria más equitativa, participativa y democrática, todo depende de la sabia decisión que los votantes expresen. Viene la aprobación y ejecución de leyes trascendentales para el desarrollo social como la reforma a la salud, reforma agraria y conclusión del proceso de paz que se adelanta en Cuba con una de las guerrillas más viejas del continente; por otro lado, la disposición para la preparación de un posible postconflicto. Así mismo, por primera vez la corte interamericana podría pronunciarse respecto a la arbitraria decisión del procurador general de la nación contra el alcalde mayor de Bogotá.

En fin, son varios los temas que en este 2014 tienen que definirse a como dé lugar, razón para que la sociedad nacional sea efectiva en el momento del sufragio. Prácticamente el futuro próspero está en la mente de cada uno de los portadores de cédula de ciudadanía que tienen la facultad de decidir por otro tanto que no lo pueden hacer por ser menores de edad y como dice la canción, ‘son el futuro de Colombia’.

Dentro de las prioridades la expectativa está dada por su naturaleza y trascendencia en el avance y terminación del proceso de paz con el grupo subversivo; más que los posibles acuerdos, sería el impacto psicosocial que generaría, convirtiéndose en la garrocha para una verdadera participación social hablando de las clases populares. Actualmente 47 millones de miradas están sobre este gesto bilateral en pro de una renovación social sostenible.

Las conversaciones de paz ya han surtido dos temas importantes como el de la tierra y la participación política, y se concentra en abordar otro sensible, el narcotráfico, actos que de avanzar, necesariamente obligarían a transformar la dinámica política del gobierno y Estado.

Para nadie es secreto que la población colombiana es de asientos conservadores, siendo supremamente delicado evacuar temas liberales como cultivos ilícitos, justicia, reparación y perdón; motivo para promover argumentos sociales, políticos y legales que apunte a desentrañar ataduras que por obvias razones se presentaran en el camino de las negociaciones.


Es verdad que el hecho de ser un país multiétnico las opiniones y decisiones en su mayoría son difusas; sin embargo, cuando existe la convicción de mitigar las acciones bélicas producto de esta fratricida guerra, en algún momento los intereses deben unificarse en torno al bienestar común. 

Colombia vive uno de los pasajes más sutiles de la historia socio-política, hecho para que prime la razón más que el corazón en las conjeturas de constituyentes y constituidos. Con la paz institucional gana el país y lo revitaliza para afrontar problemas de mayores proporciones como la corrupción y la delincuencia.

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