Por Iván Antonio Jurado Cortés
Cuando
quedan algunos meses para que termine el periodo legislativo y luego el
presidencial, la nación colombiana se prepara con todo para afrontar dos procesos
eleccionarios, uno para congreso de la República y otro para nombrar al
ejecutivo; siendo así, aún se observa mucha improvisación y un significativo
recelo por parte de la ciudadanía. Aunque aparentemente las condiciones están
dadas para el proceso electoral, no deja de causar preocupación la manera como
el constituyente primario es coaccionado para el sufragio.
Entendiéndose
como represión las campañas mediáticas originadas por las diferentes
maquinarias partidistas o la psicológica, que es más dañina por su impacto a largo plazo, permitiendo un enquistamiento paradigmático
que atenta contra la propia dignidad humana.
Este
año es decisivo para sobreponer una patria más equitativa, participativa y
democrática, todo depende de la sabia decisión que los votantes expresen. Viene
la aprobación y ejecución de leyes trascendentales para el desarrollo social
como la reforma a la salud, reforma agraria y conclusión del proceso de paz que
se adelanta en Cuba con una de las guerrillas más viejas del continente; por
otro lado, la disposición para la preparación de un posible postconflicto. Así
mismo, por primera vez la corte interamericana podría pronunciarse respecto a
la arbitraria decisión del procurador general de la nación contra el alcalde
mayor de Bogotá.
En
fin, son varios los temas que en este 2014 tienen que definirse a como dé
lugar, razón para que la sociedad nacional sea efectiva en el momento del
sufragio. Prácticamente el futuro próspero está en la mente de cada uno de los
portadores de cédula de ciudadanía que tienen la facultad de decidir por otro
tanto que no lo pueden hacer por ser menores de edad y como dice la canción,
‘son el futuro de Colombia’.
Dentro
de las prioridades la expectativa está dada por su naturaleza y trascendencia
en el avance y terminación del proceso de paz con el grupo subversivo; más que los
posibles acuerdos, sería el impacto psicosocial que generaría, convirtiéndose
en la garrocha para una verdadera participación social hablando de las clases
populares. Actualmente 47 millones de miradas están sobre este gesto bilateral
en pro de una renovación social sostenible.
Las
conversaciones de paz ya han surtido dos temas importantes como el de la tierra
y la participación política, y se concentra en abordar otro sensible, el
narcotráfico, actos que de avanzar, necesariamente obligarían a transformar la
dinámica política del gobierno y Estado.
Para
nadie es secreto que la población colombiana es de asientos conservadores,
siendo supremamente delicado evacuar temas liberales como cultivos ilícitos,
justicia, reparación y perdón; motivo para promover argumentos sociales,
políticos y legales que apunte a desentrañar ataduras que por obvias razones se
presentaran en el camino de las negociaciones.
Es
verdad que el hecho de ser un país multiétnico las opiniones y decisiones en su
mayoría son difusas; sin embargo, cuando existe la convicción de mitigar las
acciones bélicas producto de esta fratricida guerra, en algún momento los
intereses deben unificarse en torno al bienestar común.
Colombia vive uno de
los pasajes más sutiles de la historia socio-política, hecho para que prime la
razón más que el corazón en las conjeturas de constituyentes y constituidos.
Con la paz institucional gana el país y lo revitaliza para afrontar problemas
de mayores proporciones como la corrupción y la delincuencia.
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