Por Iván Antonio Jurado Cortés
A
pocas horas de finalizar el año 2013, son muchas los recuerdos, anécdotas,
alegrías, tristezas, reflexiones y expectativas las que se tejen en la mente de
cada uno de los colombianos; absolutamente todos con la ilusión de que el año
entrante sea mejor que el cesante. Como buenos hijos del ‘Corazón de Jesús’, no
se puede pasar por alto ciertas actitudes misteriorosas o agüeros para la despedida del año viejo y el
recibiendo del nuevo.
Es
una época propicia para el reencuentro familiar y de amigos, al tiempo que la
ocasión permite de alguna manera hacer un alto en el camino para analizar lo
realizado, concluir errores y proponerse planes en pro de mejorar condiciones
personales y familiares. Diciembre es el mes del año más esperado por los
connacionales, pero también el de mayor gasto, significando una alegría momentánea
y un sacrificio venidero. Fiestas, regalos, invitaciones, compras y atención de
la familia y amistades, son actividades permeadas desde una humilde familia
hasta la más potentada.
Cae
como anillo al dedo una canción demasiado
popular: ‘El año viejo’, del maestro Crescencio Salcedo Monroy, músico
bolivarense, compositor de famosas melodías como ‘La múcura’, ‘Mi cafetal’, ‘El caimán’, entre otras. ‘Me dejo una chiva,
una burra negra, una yegua blanca…’ reza el coro de este tema, caracterizado
por su peculiar ritmo y contenido, letra que expresa, resignación, realidad
popular e ilusiones.
A
medida que las manecillas del reloj avanzan hacia la hora cero, empieza el
corre-corre, personas viajando de una ciudad a otra, otras quedadas en los
terminales, algunas envueltas en su soledad y distancia, en fin, todas deseando
reunirse con sus seres queridos o amistades, el objeto es demasiado claro,
compartir la melancolía o alegría. Por tradición suena el disco de Tony
Camargo, vienen los abrazos, lagrimas, risas, y con gran devoción se recibe el
año esperado.
En
la historia momentánea quedan los calzoncillos amarillos, lentejas en agua, maletas
en la puerta, arroces esparcidos, baños en azúcar, entre otras supersticiones que
se conservan y pasan de una generación a otra. No cabe duda que la despida del
año viejo es la fecha más sentida por la comunidad colombiana. Es un impulso
innato del ser humano que a través de la historia se ha ido perfeccionando y ha
encajado perfectamente en el molde capitalista.
Inevitable
pasar desapercibido la chiva y la burra negra que nos deja el gobierno
nacional: aumento salarial de miserables 26 mil pesos; disputa entre poderes
del Estado; un enredado proceso de paz; confirmación de la reelección de Santos;
un Congreso perverso, negligente y corrupto; la avaricia de Uribe y la destitución
de un alcalde que se ensañó contra la corrupción y las mafias capitalinas. Y
como si esto fuera poco, nuevo papa, un gaucho con velo conservador hincha del
San Lorenzo de Almagro.
Obviamente
que la costumbre nacional es seguir tolerando herencias no deseadas, pero no
queda de otra sino asimilarlas e insistir que algún día un año viejo permita
que la ‘chiva, la burra negra y la yegua blanca’ se conviertan en dignas
herencias para colmar tanta necesidad comunitaria.
En
la noche sonaran las campanas, se comerán las uvas y los mejores deseos serán
balbuceados en medio de emotivos abrazos y besos. Solo queda desearnos muchos
éxitos para el 2014.
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