lunes, 23 de diciembre de 2013

EL TINCAZO DEL PROCURADOR


Por Iván Antonio Jurado Cortés

Son más ocho días desde que el pueblo colombiano se enteró de la noticia más polémica de las últimas décadas, y fue la destitución en primera instancia del alcalde mayor de Bogotá, Gustavo Petro Urrego, elegido por voto popular el pasado 26 de octubre del año 2011. Más de 750 mil sufragios fueron los responsables de otorgarle tal dignidad a este dirigente surgido de la base popular, con una inmensa visión de gobernabilidad social dirigida directamente a corregir estructurales problemas que han estigmatizado a la sociedad capitalina.

Como opinión ligera se ha manifestado que los últimos gobiernos del distrito capital y centro administrativo y político del país han sido de corte ‘izquierdista’, permitiendo una inversión más equilibrada y planificada en favorecimiento de las clases populares; solo que en este trance se infiltraron intereses capitalistas y de corrupción que indudablemente afectaron la filosofía de este proceso político, es el caso de Samuel Moreno, quien resquebrajó las ilusiones de millones de bogotanos y colombianos.

En este orden, también  se identifican alcaldías con gran profundización en la cultura de la legalidad como la de Antanas Mokus y ésta de Gustavo Petro, caracterizada por la inclusión social, especialmente de los sectores vulnerables del distrito, resaltando significativos avances en educación, salud, ambiente, implementación de programas sociales y por supuesto en saneamiento básico. A esto se le agrega la contundencia en la desmantelacion de las grandes mafias elitistas incrustadas por años en la capital colombiana.

Hoy el pueblo colombiano observa con impotencia como un funcionario público elegido erróneamente por un congreso amangualado, satisface sus ansiosos deseos inquisitorios, persiguiendo a otros funcionarios esta vez a uno elegido por voto popular, con argumentos salidos de solvencia jurídica y administrativa con el malévolo propósito de imponer indolentemente una posición ideológica traída de la era medieval, con toques seudoespirituales, propios de una patria conservadora como la del ‘Corazón de Jesús’.

La discusión está sobre el tapete, y por supuesto la oligarquía y prensa lacaya al servicio de la  misma, intenta detener una avalancha popular indignada por tan desproporcionada acción del omnipotente procurador Ordoñez. Un alcalde defendiendo su tesis, convocando a la solidaridad internacional y apoyado por una incalculable masa social, resiste el capirotazo e insiste en demostrar el abuso de autoridad de un encaprichado y arbitrario representante del ministerio público.

Mientras prospera la profundización de tan exabrupta determinación del salvador o inquisidor conservador, las ‘basuras’ siguen su curso hacia la búsqueda del maquiavélico poder a favor de la élite y mafia estatal. Tres días de transición empresarial privada a pública, fueron suficiente para que el procurador de un solo tincazo destituyera e inhabilitara por 15 años al alcalde mayor de Bogotá.

A medida que avanzan las investigaciones, todo apunta a una conspiración de la ultraderecha y empresarios particulares que siempre han vivido de usufructuar el erario público que por ley corresponde a toda la sociedad.

Las marchas en apoyo al alcalde Petro no se han hecho esperar; hoy Colombia reacciona a semejante atropello y saboteo contra la democracia. Hay que admirar la manera cómo el pueblo procede sin violencia pero contundentemente en rechazo de la decisión más equivocada desde la institucionalidad.

Estudiantes, indignados, políticos, gremios, en fin, muchos sectores de la humanidad nacional han expresado total desacuerdo al concepto mezquino de una persona que se ha creído el mesías de una sociedad supuestamente enferma. No se ha hecho esperar el repudio popular y también el internacional por tan arbitrariedad estatal emanada por un órgano de control que se supone es garante de preservar los derechos humanos.

Esta nación ha llegado al punto de saturación más alto de la historia política: conflicto armado, narcotráfico, parapolítica y corrupción administrativa, a la orden del día. 

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