lunes, 12 de agosto de 2013

JUSTICIA DE PAPEL


Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Un adagio bastante trajinado en el argot popular: “la justicia se hizo para los de ruana”, es una letanía que desafortunadamente se aplica al pie de la letra en esta patria colombiana. Según encuestas realizadas por centros especializados y diferentes medios de comunicación, expresan con claridad que el 75% de la ciudadanía no cree en el sistema de justicia nacional,  más cuando los conceptos judiciales se definen en medio de intereses políticos o económicos.

En la carta constitucional de 1991, que al inicio proyectaba ser una constitución ajustada a las necesidades del pueblo oprimido, no faltaron los famosos ‘micos’ que con el paso del tiempo se convirtieron en gorilas imposible de controlar, como la privatización de la salud, educación, latifundización de la tierra  y por supuesto la flexibilidad de la justicia.

De esa fecha hacia acá son varias las reformas que los gobiernos y Congreso de la República han hecho al sistema de justicia, siendo resaltables la creación de la fiscalía, formalización e independización de la procuraduría y contraloría general, entre otras formas de controlar y aplicar justicia de manera transparente y en derecho.

La estructura judicial en Colombia debió ser creada acorde a las necesidades demandadas por la cultura y acciones antisociales propias del país, no podría ser copiada de otros países como a veces parece ser. El Estado colombiano  para su manejo administrativo y político se ha divido en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, razón suficiente para entender que esta última sea dirigida con gran responsabilidad, profesionalismo y ética en beneficio de la sociedad. Al considerarse una de las tres partes de las que conforman el Estado, automáticamente se convierte en una institución determinante para el desarrollo o atraso de la nación.

Es demasiado ridículo, que después de treinta y cinco reformas a la carta constitucional, entre ellas un gran porcentaje relacionado directamente al sistema judicial, el ‘Honorable Congreso de la República’ no haya considerado un delito tan diciente como el de conducir un vehículo en estado de embriaguez.

Sin embargo, después de tanta ‘justicia en papel’, aún no existe claridad de una decisión jurídica que defina si al fin ‘manejar borracho’ o atropellar a una persona en estas condiciones desequilibradas, sea delito o solo un simple accidente.

La gota que lleno la paciencia de la dignidad nacional fue al trágico suceso acaecido en días pasados en Bogotá, donde perdieron la vida dos jóvenes y otra persona quedó gravemente herida, consecuencia de un conductor embriagado que irresponsablemente transitaba sin la mínima prevención por calles del distrito capital, y que finalmente, este señor después de semejante tragedia, una juez lo ponga en libertad desde el primer día de los hechos.

Fabio Andrés Salamanca es hoy en día el punto de discusión entre los organismos de justicia: fiscalía, jueces y procuraduría, ninguno demuestra argumentos técnicos judiciales para proceder en consecuencia de aplicar justicia a satisfacción. Lo único que queda claro es el grado de improvisación de estas instituciones al momento de tomar determinaciones en la vía del derecho.

Mientras una persona humilde es condenada a siete años por hurtarse un dulce de un supermercado, otras de estrato seis cometen delitos, y ni siquiera tiene prisión domiciliaria, más bien son enviadas a las clínicas por estrés o impacto psicológico.

Con esto queda demostrado que los famosos ‘parlamentarios’ han perdido su tiempo en cuanto a la reestructuración del modus operandi de la justicia colombiana. En el último lustro en tres oportunidades se han presentado proyectos de ley ante el ente legislador sobre este polémico tema, pero todos han sido archivados por falta de quórum o desaprobados en primer debate, sin ningún interés por parte de los ‘padres de la patria’.

Hoy en día cuando el pueblo colombiano completamente indignado, exige justicia sobre este caso y los cientos de accidentes de este tipo a diario en el país, el ejecutivo y las fachadas de justicia salen al paso manifestando que se harán las reformas pertinentes para castigar a los infractores.

La verdad, no se observa un camino despejado para cumplirle a la ingente solicitud que hace la sociedad en combatir y poner en su sitio a estos ‘asesinos en potencia’, como son las personas que irresponsablemente conducen en estado agudo de embriaguez… impotencia se siente al observar constantemente la pérdida de cientos de vidas humanas, mientras que la justicia se confina en actos burocráticos y las leyes reposan en decorados anaqueles, exclusivamente para consultas jurídicas de estudiantes de abogacía, más no son efectivas en la realidad.

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