lunes, 19 de agosto de 2013

HUEVOS PODRIDOS

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Una de las cualidades que tenemos los colombianos y al mismo tiempo se convierte en envidia para otras culturas foráneas, es el buen sentido del humor y la inagotable paciencia. Esto ha conllevado a que la mayoría de connacionales confunda la paciencia por sumisión, originando una actitud de resignación ante toda forma contraproducente para el ser humano. La resignación ha hecho que la impotencia se impregne en el sentimiento racional de la comunidad colombiana.

Igualmente no podemos desconocer que una de las aptitudes del colombiano es su creatividad. En este país ya no es sorpresa para nadie escuchar y observar frases tan elegantes, convincentes y cargadas de colorido y sentimiento patrio, que muchas personas desprevenidas caen rendidas ante tanta belleza demagógica. Las campañas político-electorales que se realizan en el país del ‘Corazón de Jesús’, son las mejores de Latinoamérica en cuanto a poder de convencimiento se refiere.

Gran parte de los protagonistas de la vida pública y contiendas electorales, se han caracterizado por su habilidad y los mensajes que transmiten al pueblo. Desde que yo tengo uso de razón, he venido escuchando un sin número de frases halagadoras, simpáticas y de gran reflexión, que solo con leerlas muchos compatriotas terminan convencidos que la solución a tanto inconveniente ha llegado… Y lo irónico del caso, es que muchas de estas se repiten campaña tras campaña o en cada gobierno, sin embargo varios incautos las defienden aduciendo que son nuevas.

Prácticamente desde 1990 es cuando sale a la luz pública lemas tan conmovedores y célebres: “Apertura Económica”, “Plan Colombia”, “Seguridad Democrática” y ahora “Prosperidad Para Todos”, coloquiales títulos que permearon la sensibilidad de millones de corazones colombianos, y sin mediar razón transmitieron dichas sensaciones hasta la masa cerebral para concluir en actitudes movidas por el impulso y fanatismo, producto de ilusiones ópticas que solo benefician casi siempre a pícaros, embusteros, oligarcas y capitalistas salvajes, que guiados por sendas estadísticas montadas sobre andamios irreales, son convencidos de mostrar esfuerzo por salvaguardar el bienestar de la mayoría poblacional.
                                                             
Alguno de estos típicos personajes que gobernó a Colombia por largo periodo, gracias a la ingenuidad y amnesismo propio de este pueblo, impuso el dicho de los ‘huevitos de la seguridad democrática’, que no era más que los pilares de su gobierno: seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista, nombres ‘huevones’, o mejor dicho así se llamaron los ‘tres huevitos’.

Al inicio todo era perfecto, por lo menos para los que creían que llegaba la hora del cambio y transformación estatal. Un acento pegajoso, adornado de constantes actos populistas, fue suficiente para hacer soñar a vulnerables comunidades que urgían solución a tantos problemas de índole estructural.
“Los famosos huevitos”, seleccionados en una de las mejores fincas de Antioquia, posteriormente trasladados a Bogotá con toda la delicadeza para que algún día pudieran terminar su ciclo de incubación, nunca eclosionaron, se ‘enhueraron’, mejor dicho se pudrieron, invadiendo de fétido aroma a todo el entorno.

Es un olor demasiado desconcertante hasta el punto que al pueblo no le ha quedado más opción de volcarse a las calles a contrarrestarlo con aerosoles naturales, para tratar de despejar un ambiente completamente contaminado por el hedor de estos huevos descompuestos.

Estos famosos huevitos, de color azulado-rojizo, pecositos y de gran tamaño, fueron los que cautivaron a millares de ciudadanos, conllevándolos a tomar determinaciones equivocadas contra su propia dignidad y bienestar; pagando un precio demasiado alto.


Hoy, estos huevos putrefactos se rompieron e invadieron completamente todos los sectores de la producción nacional; unos más afectados que otros. Lecheros, paperos, arroceros, cafeteros, pequeños mineros, cerealeros, cacaoteros, cocoteros, ente otros, han sido cubiertos con este toxico gas que de no controlarse, sería el colapso de la producción. 

Medidas controvertidas como las vías de hecho, resistencia civil y otro tipo de acciones, empiezan a demostrar que pueden tener eco ante tanta negligencia y olvido gubernamental.

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