Por:
Iván Antonio Jurado Cortés
Desde que los
gobiernos neoliberales se intensificaron en Colombia con el mandato de Cesar
Gaviria Trujillo, la cultura nacional ha presentado cambios estructurales que
con el paso del tiempo, pensamientos y acciones nocivas a los buenos principios
ciudadanos se han convertido en ideales y ambiciones de muchas familias
especialmente en los estratos sociales medios y bajos, y no es para menos, con
la permanente imposición que desde los medios informativos se hace sobre el
tema, no se podía esperar algo diferente.
La visión y misión de
los presidentes elegidos desde el año 1990 hacia adelante, ha sido insistir en
fortalecer una economía globalizada soportada en una decadente estructura
productiva, que en nada compagina con lo diseñado por el imperio gringo para
estas insipientes naciones. Con la globalización de mercado, Colombia se
convierte en una rampa operativa de un sinnúmero de multinacionales que ofrecen
y venden sus productos sin importar la cultura colombiana.
Esa mal llamada
modernización ha entrado disfrazada de progreso, que de manera sutil aterriza
endémicamente en la mentalidad de los televidentes, atrofiando enormemente las
neuronas, determinantes del equilibrio psicológico del ser humano.
Para nadie es un
secreto que la fuerza capitalista ha roto los paradigmas de la dignidad humana,
contribuyendo a un eminente colapso social; ahora ya no importa el impacto
negativo que la sociedad pueda recibir del sistema neoliberal, solo interesa
cuanto dinero se puede ganar por unidad de tiempo y espacio.
Es tan absorbente el
capitalismo, que la televisión, herramienta eficaz para informar, educar,
entretener y culturizar, hoy es una víctima que a la vez victimiza a la
teleaudiencia, sin importar la idiosincrasia popular.
Programas violentos como: ‘El Patrón del
mal’, ‘El Capo’, ‘Los tres Caínes’, ‘Sin tetas no hay paraíso’, en fin;
complementado con los famosos realitys, terminan idiotizando y trasladando a
los televidentes a sueños peligrosos, que a futuro terminaran con el fortalecimiento de la recalcitrante
violencia que vivimos los hijos del ‘Corazón de Jesús’.
Queda claro, que la cultura colombiana
revestida con principios de buen ciudadano, conservadores de la dignidad,
civismo y ética, está mandada a recoger; prima el dinero que puedan recaudar
estas empresas particulares de comunicación que la soberanía y autoestima de
las personas.
Prácticamente es una cultura narcotelivisiva
la que se impone en la ciudadanía nacional, propuesta por la oligarquía criolla
y extranjera con el auspicio del Ministerio de Tecnologías de la Información y
las Comunicaciones TIC, Comisión Nacional de Televisión y Ministerio de
Cultura.
No se entiende como la legislación colombiana
es tan permisiva para que paquetes televisivos con tinte narco se transmitan en
horario triple A, sin interesar la audiencia infantil y adolescente.
Las ‘narco novelas’ son el pan de cada día
en los canales más vistos, además, según investigaciones, son los espacios que
más venden, haciendo honor a la fórmula real del capitalismo deshumanizado, ya
que diariamente sin ninguna resistencia entran a los hogares de todo el país
con un mensaje de folclorismo violento, plato fuerte para este escenario de
guerra que afronta la nación.
Será muy difícil que las autoridades en
comunicación tomen cartas en el asunto, debido que existe una mafia de
influencias, donde al mismo tiempo son juez y parte…
El pueblo colombiano con mirada impotente
solo observa, cómo a través de la televisión se extermina la riqueza
cultural a cambio de modernismos,
acolitada por miserables ‘pajecillos’ de paño inglés, que anteponen su poder
político y económico sobre la debilidad e ignorancia política de sus
representados.
Solo queda que el Ministerio de Educación Nacional,
actúe a través de las instituciones educativas en pro de salvaguardar lo poco
que queda de la verdadera cultura colombiana.
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