lunes, 3 de junio de 2013

“HACIA UN NUEVO CAMPO COLOMBIANO”

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Hace unos días los medios de comunicación nacionales y extranjeros informaron al país y al mundo que la guerrilla de las Farc – E.P. y el gobierno colombiano llegaron a los primeros acuerdos. Aunque para algunas personas, los seis meses que ha durado las conversaciones entre las dos partes ha sido demasiado tiempo, y que estaban demorados en las conclusiones, para otras, las tomó por sorpresa la rapidez con que se ha llegado a estos entendimientos. Lo importante es que ya existen puntos mancomunados que dan una ruta a seguir en estos diálogos.

Obviamente que el pueblo consciente siempre ha aclamado por el cese de hostilidades y la guerra, sin embargo para que esto pueda ser realidad y sostenible en el tiempo, necesariamente se deben agotar diferentes etapas que únicamente las arroja un planteamiento serio entre implicados y dentro de un amparo legal, jurídico y social.

Se debe reconocer que desde el inicio, tanto subversivos como gobierno acertaron en la determinación del lugar para iniciar los diálogos de paz, La Habana, Cuba; país que le genera mucha tranquilidad a los rebeldes y también de moderado afecto al gobierno. Sin desconocer que garantes como Noruega  y participantes como Venezuela y Chile, han fortalecido la primera idea de conversaciones. Apenas el pueblo colombiano empieza a interpretar el significado de los resultados sobre el tema más álgido en las discusiones como es la tierra y su uso.

Prácticamente el proceso de paz esta soportado en tres ejes estructurales: política agropecuaria, participación social y política de la guerrilla y un marco jurídico para los mismos. Entendiendo que el primer eje ocupa el 70% de los diálogos, debido que ha sido la causa indiscutible engendradora del conflicto interno desde hace 60 años.

Ahora la expectativa es mayor, ya que las conclusiones de esta etapa significarán para el país un profundo cambio en la política del agro. Sin embargo, algunos enemigos de la paz han expresado que con esto, los grandes propietarios de tierras perderán sus derechos, algo descabellado desde todo punto de vista.

Acceso y uso de la tierra; tierras improductivas; formalización de la propiedad; frontera agrícola y protección de zonas de reserva; programas de desarrollo con enfoque territorial; infraestructura y adecuación de tierras; desarrollo social: salud, educación, vivienda y erradicación de la pobreza; estimulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa: asistencia técnica, subsidios y créditos; generación de ingresos: mercadeo y formalización laboral; políticas alimentarias y nutricionales, son el resumen de lo acordado en la primera fase.

Necesariamente para llegar a la efectividad de las anteriores propuestas, el gobierno y la nación deben prepararse para radicales cambios de toda la normatividad agraria que hasta el momento existe, todo con el objeto de formular una política enfocada a “un nuevo campo colombiano”, tal cual reza el lema de los primeros acuerdos.

La pregunta es: ¿Qué tanta voluntad tiene el gobierno para concretar estos cambios en la vida real?, ¿Será que están dispuestos los tres poderes colombianos a permitir una transformación a la política nacional a través de una Constituyente y no de un simple referendo?, amanecerá y veremos…

Hay que reconocer y valorar el esfuerzo que, a propósito debió ser inmenso para que las partes hayan discutido, entendido y concertado que este país necesita la paz, pero una paz real y sostenible en el tiempo, y que la única manera de ir construyéndola es desenfundándose de ideologías fascistas, rompiendo paradigmas que por años han mantenido a la nación viviendo de solo sueños.

Lógicamente falta la participación y concepto del poder legislativo y judicial. Esto nos llevaría a clarificar realmente las intensiones de parlamentarios y juristas que se ufanan a los cuatro vientos deseando un país en paz, y manifestando que los que se oponen a esta son los grupos guerrilleros.

Con los primeros resultados sobre la mesa, ha llegado la hora de observar los verdaderos propósitos de nuestros funcionarios y políticos de Colombia… los puntos concluyentes, aunque aparentan sencillos, son en sí el camino ideal para desenmarañar un sendero que siempre estuvo entrabado de odio, temor, zozobra, sangre, desplazamientos, improvisaciones y egoísmos gubernamentales… estos temas, si se desarrollan a profundidad, necesariamente repercutirán en el pueblo a favor de la estabilidad social, laboral y política… sería llegar por fin a hacer efectiva la añorada ‘Reforma Agraria’, que tanto aclama un campo martirizado y por décadas olvidado.


Finalmente la reflexión: “¿Por qué tuvo que esperarse más de medio siglo para reconocer y entender que el problema del conflicto nació por una injusta y egoísta política agraria?”…

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