lunes, 13 de mayo de 2013

¿CUÁL ES NUESTRA TIERRA?


Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Colombia es uno de los países sudamericanos caracterizado por presentar un alto y preocupante nivel de pobreza. Existen muchos factores que han desencadenado el atraso social en la población colombiana, siendo el de mayor incidencia el modelo de gobierno existente, donde prácticamente el enfoque del desarrollo lo miden de acuerdo al avance económico que tienen los empresarios y poderosos del país.

En ningún momento se tiene como referencia las condiciones sociales, culturales y económicas del colombiano de “a pie”. Es lamentable y deshonroso para el resto del mundo saber que en un país con una extensión de 1.141.748 kilómetros cuadrados y 45 millones de habitantes, solo el 0.06%, es decir 2428 colombianos son los que poseen más de 44 millones de hectáreas, equivalente al 53.5% de la tierra fértil. Mientras que 1.3 millones de compatriotas, que son el 35.8%, solo poseen alrededor de 345.000 hectáreas, o sea, el 0.42% de la tierra apta para la explotación agropecuaria (Datos IGAC).

Aunque se estima que el 70% de los colombianos actualmente viven en las ciudades, no se puede pasar por alto el significativo número de campesinos que derivan el sustento directamente de la producción de la tierra. Es más, ellos son los que abastecen a toda la población del país con los productos básicos de la canasta familiar.

Sin embargo hasta el momento no se vislumbra un panorama alentador, concebido desde una verdadera reforma agraria, donde finalmente se haga justicia con los humildes labriegos del país del “Corazón de Jesús”.

Por otro lado se mira con preocupación el desempleo que cada vez va en aumento, afectando principalmente a los sectores populares. No se puede entender que un país bañado por dos océanos, recorrido por varios ríos aptos para la navegación y un inmenso espacio para desarrollar propuestas productivas, no se faciliten las condiciones aptas para corregir y suplir estas sentidas necesidades de la mayoría de las personas vulneradas.

Se ha considerado que más del 90% de los campesinos que emigran a la ciudad, van en busca de mejores oportunidades laborales. Esto como producto de las limitadas garantías para explotar técnicamente sus fincas, sumado a otras circunstancias, como: presión de grupos armados, terratenientes e intervención de multinacionales mineras o madereras.

Lástima que después de varias décadas aún no se haya aplicado una política clara respecto al manejo y propiedad de la tierra. Si esto se hiciera teniendo en cuenta los diferentes patrones de equidad y justicia social, estoy completamente seguro que no existiera tanto desplazamiento, ni empleos informales; es más, se disminuyera considerablemente la desocupación en las grandes urbes.

Es urgente darle una mirada al campo colombiano. Ese es el secreto para la verdadera “Seguridad y Prosperidad Democrática” de la que tanto se habla… los diálogos del gobierno con la guerrilla de las Farc en el tema de tierras, ha considerado esta problemática, avanzando lentamente en algunos puntos estructurales, que sin lugar a dudas aportará mucho a romper este paradigma agrario.

Obviamente que cuando se trata temas tan álgidos que lastiman intereses empresariales o capitalistas, las reacciones en contra de este tipo de propuestas no se hacen esperar. Las conversaciones de paz que se desarrollan en Cuba, es la única oportunidad que tiene el agro nacional de beneficiarse en su totalidad, de lo contrario, todo continuará  tal cual ha venido desde hace más de un siglo: más campesinos desposeídos y un fuerte gremio de terratenientes.

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