lunes, 22 de abril de 2013

LA PAZ, UN ESFUERZO DE TODOS…


Por: Iván Antonio Jurado Cortés
En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta, que confieren legitimidad a sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.
Necesariamente para que exista un verdadero proceso democrático en cualquier organización social, gremial o política, debe existir mínimo dos opciones o propuestas, donde la persona pueda escoger y determinar a su interés particular o colectivo. Sin embargo existen circunstancias en la vida, que al unísono la ciudadanía procede en torno a una iniciativa, sin entrar en polémicas o vanas discusiones. En este orden, la paz es una de estas situaciones especiales que cualquier ser racional sueña en poseerla, ya sea para el bien de su familia, amistades o nación. La paz es una conclusión democrática en toda su dimensión que anhela cualquier persona consciente.

Colombia desde hace más de 60 años enfrenta una degradante guerra, dejando a su paso miles de muertos, lesionados, huérfanos, viudas, y junto a esto los sistemáticos desplazamientos forzados. Ha sido un proceso tormentoso que ha afectado a todos los connacionales, a unos en mayor proporción que otros; sin embargo, toda la población colombiana ha sufrido la barbarie de la guerra.

Vendedores ambulantes, cómicos de semáforos, mendigos, sicarios, narcotráfico, en fin, muchos de los subproductos del conflicto armado en un país convulsionado, son los que al final de cuentas inciden en el atraso de la sociedad. Nuestra patria, marcada con la sangre de próceres que dieron su vida en algún momento de la historia con el único propósito de zafarse el yugo de la opresión española, hoy, sus ideales de seguro que están martirizados por la desarticulación de la población colombiana. Sus legados han sido olvidados y en algunos momentos pisoteados por verdugos revestidos de egoísmo y autoritarios, que dicen ser los dirigentes del pueblo, pero que en realidad simplemente son la desazón de la gobernabilidad.

En Latinoamérica han existido países con profundos problemas de gobernabilidad que han terminado en violentas guerras, pero en la mayoría de casos tanto los gobiernos como la misma ciudadanía han puesto todo su empeño para entender y buscar solución a estos desordenes sociales. Colombia, una región prodigiosa por naturaleza, al igual que contados países de medio oriente y áfrica, sigue lidiando con un endémico conflicto, que no ha podido superarse, y todo por el egoísmo y escasa voluntad gubernamental, inconsciencia de algunos ciudadanos y la terquedad de quienes persisten en continuar ‘quemando mecha’ sin saber a quien apuntar.

Obviamente que un verdadero proceso de paz, equivale al entendimiento compartido, concertación de ideas y consolidación de propuestas armoniosas y proyectadas a mejorar las condiciones de vida de millones de personas. Para nadie es un secreto que la causa de la violencia en Colombia se deriva fundamentalmente en la falta de oportunidades, referidas en política agraria, nacionalización de las entidades sociales, preservación de la cultura y ambiente, implementación de políticas incluyentes, atención por los más vulnerables, entre otros causales que originan abuso y estigmatización de clases.

Se han hecho varios intentos para llegar a una salida negociada de la guerra interna, quedando en infructuosas acciones, siempre fracasando por no precisar en propuestas estructuradas que conlleven al bienestar del pueblo. No tendría éxito un proceso de paz, sino se discuten a profundidad temas que son de impacto e incidencia del desarrollo comunitario. Lógicamente que también debe existir disponibilidad administrativa, política, económica, cultural y social.

La agenda que actualmente se debate en La Habana, Cuba, además de los temas priorizados, recoge experiencias vividas y que en procesos anteriores no se tuvieron en cuenta. Si nos preguntamos quien debe ceder en esta oportunidad, creo que ante todo está la disponibilidad y convicción negociadora de las partes.

Ante este hecho histórico que vive el país, se hace vital la participación directa de la comunidad, representada en líderes sociales, gremiales, sindicales, ambientales y culturales; sus posiciones fortalecerían y comprometerían aún más a los negociadores para continuar en búsqueda de la paz política.

Enemigos de la paz y que dizque ‘grandes dirigentes’, solo son unos fascistas y embaucadores, explotadores de la confianza y dignidad humana. La paz es una responsabilidad donde todo colombiano debe aportar y no denigrar.

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