Por:
Iván Antonio Jurado Cortés
Desde el pasado siete de febrero entraron en todo furor los carnavales en la costa pacífica nariñense; cada vez estas festividades culturales y folclóricas toman mayor auge en el ámbito regional y ahora nacional.
Aunque desde el 25 de enero
empezó la alegoría carnavalesca con la elección de la ‘reina del carnaval’, es
en esta semana donde con mayor intensidad los habitantes del ‘Mar de Balboa’ lo
disfrutan.
En Nariño son diez
municipios los que tradicionalmente celebran estas actividades cargadas de
adrenalina, jolgorio, colorido y alegría, siendo la ciudad de San Andrés de
Tumaco el punto de referencia para mostrar a Colombia y al mundo la riqueza
cultural de este pueblo ‘color caoba tono 46’ que tanta gloria y gratificación
le ha dado al país del “Corazón de Jesús”.
Obviamente que la ‘Perla
del Pacífico’ con más de 120 mil habitantes asume esta gran responsabilidad de
exponer en estas fechas las fortalezas y bondades de la identidad costeña, sobreponiéndose
al recalcitrante estigma de violencia que actualmente afronta.
Nadie puede desconocer que esta embrujadora porción de tierra acantonada al suroccidente de Colombia, se ha distinguido por la pujanza de sus pobladores, a pesar del concentrado conflicto de intereses económicos y territoriales, insiste permanentemente en la búsqueda de tranquilidad, armonía y proyección a un futuro esperanzador.
Es verdad, ‘la gente mala’ es contada, pero con el uso maquiavélico de las armas, se vuelven peligrosas, generando zozobra, terror y violencia en la sociedad isleña. En la última década se han triplicado las acciones violentas: homicidios, extorciones, desplazamientos, secuestros, en fin, todo lo relacionado a una nación convulsionada y aturdida. Hoy Tumaco a diario llora sus muertos; es la ciudad con mayor índice de criminalidad del territorio nacional, con el 30% de la población activa desempleada y un 20% de su territorio cubierto de cultivos ilícitos.
Nadie puede desconocer que esta embrujadora porción de tierra acantonada al suroccidente de Colombia, se ha distinguido por la pujanza de sus pobladores, a pesar del concentrado conflicto de intereses económicos y territoriales, insiste permanentemente en la búsqueda de tranquilidad, armonía y proyección a un futuro esperanzador.
Es verdad, ‘la gente mala’ es contada, pero con el uso maquiavélico de las armas, se vuelven peligrosas, generando zozobra, terror y violencia en la sociedad isleña. En la última década se han triplicado las acciones violentas: homicidios, extorciones, desplazamientos, secuestros, en fin, todo lo relacionado a una nación convulsionada y aturdida. Hoy Tumaco a diario llora sus muertos; es la ciudad con mayor índice de criminalidad del territorio nacional, con el 30% de la población activa desempleada y un 20% de su territorio cubierto de cultivos ilícitos.
Esta fiesta carnavalesca
denominada “Carnaval del Fuego” es la mejor oportunidad que tiene ‘La Perla del
Pacífico’ para decirle a Nariño, Colombia y al mundo que existe un pueblo noble
y con los mejores deseos de que el mañana será mejor.
Por esta época solo se
cree que el carnaval de Barranquilla es el único representante de los intereses
folclóricos costeños, inclusive los medios de comunicación despliegan grandes
páginas en reconocimiento a esta festividad, desconociendo por otro lado a una
cultura y tradición enraizada en la region más estratégica que la patria y
continente pueda tener.
“Los polvos” costeños son
los que están de moda en la ensenada del pacífico, ‘las caras lindas de mi
gente negra’ así como reza la canción del desaparecido Ismael Rivera, son
quienes engalanan estas fiestas caracterizadas por la alegría, armonía y
esperanza. Autoridades, empresarios, gremios y comunidad en general, todos son
una sola masa festiva que por todos los medios sustentan naturalidad, cultura y
ambición de superación.
Al ritmo de currulao,
marimba y cucurucho, los tumaqueños, foráneos e invitados especiales se gozan
estas antiquísimas fiestas que felizmente terminaran el próximo martes con una
buena ‘mojada’.
El contoneo de sus
palmeras, el rugir de las olas y la sensual briza de costa, enternecen los más
ansiados sueños de que la “Perla del Pacífico” aflore de desarrollo y paz para
sus moradores. ¡Que viva el carnaval del fuego!...
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