lunes, 4 de febrero de 2013

‘LA CORONA’ DEL HAMPÓM


Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Existe un dicho popular: ‘la ocasión hace al ladrón’, dando a entender que personas honestas en algún momento pueden ser tentadas por el deseo de apropiarse de lo ajeno. En el momento de aceptar tan peculiar refrán, Colombia no sale bien librada, por el contrario, es el país donde preocupantemente ha aumentado la tendencia de apropiarse de lo ajeno, especialmente del patrimonio público. Si comparamos nuestra nación con otras de Latinoamérica, concluimos que después de Haití, el país del “Corazón de Jesús” brilla por competencia de hamponería.

Hoy en día la modernidad ha filtrado todas las esferas de la sociedad mundial, y Colombia no es la excepción, todo como resultado del modelo gubernamental capitalista implementado en gran parte de los países del globo. Las consecuencias no se han hecho esperar: países en quiebra, pueblos deprimidos con futuro desesperanzador, emigraciones por doquier, alteración de la dinámica humana y por supuesto un desmedido afán por protegerse económicamente. Lo anterior se deduce en una descomposición social, perjudicando enormemente el comportamiento racional de la persona.

Sin embargo no todo es malo; con la crisis europea se ha detectado que en estos países la población aún sigue firme en sus principios de comportamiento. El porcentaje de corrupción y hamponería es insignificante si la comparamos con lo que sucede en Colombia. Obviamente que el poder adquisitivo de los europeos siempre ha sido muy superior al nuestro, ahora con el debacle financiero, solo bajaran los ingresos, afectando directamente la comodidad de vida de estas sociedades. No es disculpa la crisis económica para que la ciudadanía se apropie, hurte o cambie su comportamiento humano.

Si lo miramos desde el punto de vista individual, el índice de hurto callejero ocupa una posición privilegiada en la sociedad colombiana, ni que decir de las acciones utilizadas para la apropiación de lo privado: homicidios, violaciones, lesiones, presiones y desplazamiento. Pero lo que realmente colapsa a la dignidad y personalidad civil es la hamponería disfrazada se servidora pública.

Es alarmante como cada vez aumenta el porcentaje en casos de ladronicio estatal. Colombia hoy por hoy es el foco de los mayores desfalcos en todos los niveles de la administración pública. Así como se han puesto las cosas con temas tan sonados: zonas francas en Bogotá, carrusel de la contratación, Dirección Nacional de Estupefacientes, Congreso de la República, entre otros son suficientes para la adquisición del ‘cetro y corona’ de la hamponería profesional.

La corrupción ha campeado toda la vida republicana. Pero ella ha sido más ostensible desde la segunda mitad de siglo hasta ahora, cuando está en niveles exorbitantes y a punto de volverse cultura ciudadana.  Miremos datos aportados por algunas publicaciones: La criminalidad de la corrupción es mucho más grave que la de la delincuencia común. ”El estudio más reciente sobre la criminalidad en Colombia indica que mientras la tasa de crimen ha crecido en promedio anual 37,7%, lo que se describe como actos de empleados públicos aumentó por encima del 164,1%. En otras palabras, los hampones son los que tienen la fortuna de trabajar, pero que se olvidan de los principios éticos y ciudadanos.

Como se analiza, es precisamente la corrupción la que está destruyendo al país y no las guerrillas o grupos organizados como cacofónicamente grita la mafia gubernamental y sus áulicos en todos sus niveles. Se pierden según la Contraloría general más de 40 billones por este flagelo, con cerca de 70 mil personas investigadas (Procuraduría general).

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