lunes, 22 de octubre de 2012

‘REALITY’, UN NEGOCIO ANTICULTURAL

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Uno de los proyectos novedosos en la presidencia de Gustavo Rojas Pinilla en 1954, fue el inicio de la televisión en todo el territorio colombiano, especialmente en las capitales más pobladas. En ese pasaje de la historia nacional se creyó que al llegar tan importante medio de comunicación iba a contribuir al desarrollo de los pueblos, por motivo que la información oportuna es necesaria para la institucionalidad, armonía e integración de los conceptos en beneficio de un país; aunque al principio cumplió con lo estipulado en la Constitución Política (libertad de expresión, sano esparcimiento y derecho a la información), con el paso del tiempo se ha ido transformando en una herramienta eficaz para la manipulación, intromisión, idiotización e irracionalización del ser humano.

No cabe duda que los tentáculos maquiavélicos de la política neoliberal han tocado y apañado casi todos los sectores de la economía y sociedad del país del “Corazón de Jesús”, siendo unos más afectados que otros, entre ellos los medios de información como la prensa, radio y televisión.

Los gobiernos de turno, enceguecidos por el afán de entrar a ser protagonistas y acoger en su totalidad las directrices impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no vacilaron en arremeter cruelmente contra todas las entidades que hasta el momento eran responsabilidad directa del Estado, amparados en el débil argumento que no eran viables económica ni socialmente, y que la solución perfecta era la privatización o venta a particulares.

Fue así como lentamente se abre la puerta a inversionistas extranjeros la mayoría con ganas avasalladoras y exterminio de los recursos naturales, económicos y culturales de una sociedad hipnotizada por los encantos embrujadores del modelo capitalista. Empieza la intervención despiadada de las áreas mineras; desplazamiento de pueblos campesinos; estigmatización a poblaciones vulnerables, indígenas y afrocolombianos; y por supuesto el cierre de centenares de entidades y empresas gubernamentales dejando en la ruina a millones de ciudadanos, aumentando el porcentaje de desempleo y por ende el recrudecimiento de la violencia.

Entre los sacrificados están los medios de comunicación en todas sus formas; es de esta manera como emisoras de gran importancia para las comunidades (Radio Sutatenza) entre otras, desaparecen del espectro electromagnético; lo mismo con canales televisivos, y los que no, pasaron a un tercer plano.

Por el contrario, la legislación nacional enfoca su objetivo en facilitar espacios ideales para la incursión de la empresa privada en la creación y administración de radio y televisión; cuya característica principal es la ‘guerra del centavo’: ¿Qué ofrezco? ¿Qué vendo?, siendo el argumento ideal para entrar a una oferta de productos estructurados y encaminados a atrapar la mirada u oído del colombiano, donde no importa la calidad y contenido, solo la venta.

En la última década y bajo el auspicio de las autoridades competentes, la televisión y radio comercial vienen supeditadas a un propósito mercantilista, desconociendo la cultura e idiosincrasia de las comunidades; de esta manera las parrillas de programación en el 90% de su contenido son espacios netamente creados para los famosos realitys o programas monótonos como los mañaneros y vespertinos. Obviamente que este tipo de estilos solo contribuyen a la desinformación, alteración de la naturalidad, embrutecimiento y retroceso en la educación natural.

“Un pueblo desinformado, es un pueblo ignorante en todos los aconteceres políticos, administrativos, sociales y culturales”, volviéndose vulnerable, apasionado, agresivo, violento y destructor de su propia costumbre e identidad. Hoy en día es normal en estos canales simultáneamente observar shows cargados de músculos, nalgas, besos, sexo y conversaciones estúpidas; mientras que los agónicos medios institucionales hacen intentos, a veces inútiles en pro de salvaguardar y fomentar la verdadera riqueza colombiana en todos sus aspectos.

El país no aguanta más realitys, peor en una sociedad intolerante, ambiciosa y con sed de ‘Goliat’; al contrario, el objeto debe ser contrarrestar todo accionar violento y delictivo a través de  la información, dirigida al rescate cultural, social y político. La educación de la sociedad colombiana tiene que motivarse desde todos los frentes, y los medios informativos también son responsables en aportar a este urgente objetivo.

El gobierno está en la obligación de analizar detenidamente el deterioro de los contenidos radiales y televisivos, y de esta manera corregir e implementar programas de calidad, contribuyendo a salvar la dignidad nacional y fortalecimiento del tejido social. Nuestra cultura está en juego! Estos medios de comunicación se han caracterizado por importar paquetes netamente anticulturales, solo de beneficio particular.

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