lunes, 16 de julio de 2012

‘ÉTICA’ PARLAMENTARIA, un acto repudiable…

Por: Iván Antonio Jurado Cortés

Como era de esperarse, después de la tempestad vino la calma y todo está volviendo a la normalidad, inclusive muchos de estos ‘lagartos’ ya empezaron a moverse y a quemar pantalla como si no hubieran hecho nada. Es cierto que nuestra ciudadanía en muchas ocasiones sufre de amnesia, sin embargo también hay sucesos que no pasan tan rápido al olvido, más bien se convierten en imágenes latentes del pensamiento de colombianos razonables.

El debacle parlamentario sucedido en días anteriores solo fue el resultado de una serie de ‘lagarteadas’ que han venido siendo el plato fuerte de cada día, con la diferencia que con la aprobada de la famosa “Reforma a la Justicia”, se llenó el saco portado por una paciencia endémica de la opinión nacional. Y es que tocó fondo debido que este trascendental acto legislativo afectó directamente a diferentes entes de la institucionalidad, empezando por la justicia, fiscalía, gobierno y obviamente a la población en general. Pero el show continua ya no sobre el error sino buscando al culpable, ‘tirándose la pelota’ de un sinvergüenza a otro, considerando al pueblo colombiano estúpido, tratando de venderle una imagen de víctima y victimario.

Pero lo que no han entendido estos bellacos es que ellos llevan sobre sus hombros una inmensa responsabilidad impuesta por todos los ciudadanos a través del voto, donde juraron frente a los símbolos patrios y al pueblo cumplir la Ley tal cual lo designa la Carta Constitucional, sobreponiéndose siempre el favor colectivo al particular, velando permanentemente por los buenos principios de ética y valores.

Lastimosamente lo anterior pasó a ser una enfermiza retórica, contagiando al Estado en todos sus niveles, hasta el punto de convertir a la corrupción y actos antiéticos en parte de la cultura nacional. Frases como esta: “Es que la corrupción es innata al ser humano” o la manifestada hace unos días a tras: “Los errores de La Reforma a la Justicia, son cositas sin importancia, no afecta en nada al texto principal”, solo es el reflejo de una triste realidad asentada en la cotidianidad de nuestra clase política y/o politiquera.

A diferencia de países europeos y algunos orientales como Japón y China donde el mínimo acto que vaya en contra de los principios morales o ética, es argumento más que suficiente para que cualquier político o funcionario renuncie a su investidura y pida perdón a quienes lo eligieron o designaron. Pero como estamos en Colombia y somos descendientes de españoles, entonces gozamos de facultad para romper paradigmas de sano comportamiento y proceder así como lo hace la delincuencia, con la aclaración que unos actúan por necesidad y otros por afán de poder y enriquecimiento como muchos políticos o trabajadores públicos.

Actualmente se encuentra tan trajinada y golpeada la palabra “ética”, que algunos ciudadanos no dudan en pronunciarla cada que se presenta la oportunidad de brindar consejos o reprensiones al hijo, trabajador, amigo y en muchas ocasiones en las aulas de clase. Pero en ningún momento nos sentamos a analizar con profundidad el complejo significado y las implicaciones que podría tener si llegamos a ponerla en práctica en todos los estamentos y espacios públicos de nuestra sociedad. Para esto me remito al diccionario DRAE, donde se explica de la siguiente manera: ético, ca: (Del lat. Ethicus, y este del gr. θικς). Adj. Perteneciente o relativo a la ética. 2. Recto, conforme a la moral. 3. m, desus. Persona que estudia o enseña moral. 4. f. Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. 5. Conjunto de normas morales que rigen la conducta humana… Con esto se concluye que la ética es el modo de comportarse de tal manera de no afectar ni en lo mínimo a los semejantes que nos rodean.

Tendrán que pasar cientos de años o cambiar el esquema de gobierno, para que la ética o los principios de rectitud sean puestos en práctica por estos señores “padres de la patria”, que no son más que unos oportunistas, avaros y sinvergüenzas, aprovechados de la ingenuidad, ignorancia o necesidad del pueblo que los nombra. El acto delincuencial representado en la Reforma a la Justicia, debiera ser la oportunidad perfecta para que renunciaran por cuenta propia estos ‘dizque’ congresistas. Esta sería la mejor manera de demostrar lealtad a la patria y dar ejemplo de buen comportamiento. Este acto sería la única manera para que el pueblo colombiano los perdone.

La ciudadanía del “Sagrado Corazón de Jesús” solo siente repudio, tristeza y vergüenza por contar con dirigentes que no pierden la oportunidad para sacar avante sus negras intenciones personales, lesivas a las mayorías.

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