lunes, 11 de junio de 2012

UN PAÍS SENTIMENTALISTA, futuro incierto…

Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Es obvio que el bendito sentimentalismo es herencia de los invasores españoles, aunque muchos digan que la actitud sentimentalista es de procedencia indígena; sin embargo con el paso de los años se ha detectado que la honradez, honorabilidad, organización social y trabajo comunitario son vínculos directos de la raza aborigen, más no la avaricia, codicia, deseo económico y perversión que son propios de europeos. Muestra de ello, los diferentes asentamientos ancestrales que gracias a su organización aún persisten en algunos países americanos, tales como Perú, México, Salvador, Guatemala, Ecuador, Bolivia y en un porcentaje reducido en Colombia.
Es muy diferente ser amante y preservador de las costumbres y la madre tierra, que cargar sentimiento por todo, sin argumento racional. Pero muchos se preguntaran a quien le interesa el cuento del sentimentalismo? Pues para que miren que es tan importante como cualquier decisión eclesiástica o legislación estatal, y lo podemos comprobar en todos los procesos político electorales que se efectúan en nuestro país. A raíz de esta actitud es que muchos políticos astutos se disfrazan o actúan de acuerdo al medio o la clase de población donde les toque proceder.
Colombia es un país rico y diverso en todo el sentido de la palabra, hecho que le genera grupos diferenciales basados en el clima, cultura, economía, producción, folclore, música y otra serie de aptitudes y creencias propias del mestizaje patriótico. Estas cualidades físicas y sociales son bien atendidas por los caudillos, próceres y también por politiqueros sinvergüenzas que sacan a relucir sus neuronas de la creatividad y montan películas tan creíbles que la masa popular no duda en asimilarlas y brindarles su decidido apoyo. Caso concreto tenemos las últimas elecciones presidenciales, donde han usado la palabra mágica “seguridad” para poner a pelear comunidades que supuestamente venían organizadas y claras en su pensamiento político.
Prácticamente desde 1990 es cuando sale a la luz pública frases tan conmovedoras y ‘célebres’ como: “Apertura Económica”, “Plan Colombia”, “Seguridad Democrática” y ahora “Prosperidad Para Todos”, estos coloquiales lemas permearon la sensibilidad de millones de corazones sentimentales del pueblo colombiano y sin mediar razón transmitieron dichas sensaciones hasta el espacio craneoencefálico para concluir en actitudes movidas por el impulso y fanatismo, producto de ilusiones ópticas que solo benefician como casi siempre a pícaros, embusteros, elitistas y capitalistas salvajes, que guiados por sendas estadísticas montadas sobre andamios irreales son convencidos de hacer esfuerzo por salvaguardar el bienestar de la mayoría poblacional.
Y es que en Colombia pasan cosas demasiado insólitas, por ejemplo: decir que la corrupción es inherente a la persona… o un violador y asesino de más de 300 menores como Garavito libre, o más de la mitad de los integrantes del congreso de la República presos o investigados por parapolítica y nadie dice nada… o un expresidente que cacarea electrónicamente autoproclamándose el Mesías y la solución perfecta a tanto inconveniente que presenta este pueblo sumido en la incertidumbre gubernamental y sin futuro promisorio a corto plazo. Pero todo es consecuencia del sentimentalismo, ya que las razones argumentadas pasan de bajo perfil y por lo general causan úlceras en las mentes ‘prodigiosas’ de Harvard o estrés en los señores de corbata y paño inglés.
Mientras vuestros corazones sigan participando y decidiendo políticamente, siempre obtendremos resultados endeblez, permeados por la mediocridad y escasos de estructuras apalancadas en realidades sentidas de las comunidades.
El sentimentalismo combinado con el romanticismo son ideales para excelentes comportamiento de enamorados… aunque se dice que el amor es fundamental en la toma de decisiones, también puede ser letal en el momento de fijar posiciones coherentes a la necesidad humana, más en un país movido por acciones conservadoras y espirituales, donde primero se piensa en salvar el alma aunque el cuerpo se descomponga y muera.

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