Por: Iván Antonio Jurado Cortés
No se puede desconocer que la mejor manera de embaucar a una persona es a través del manejo de la mente, y en este punto todo ser humano concluye en una verdad… y es que cada cual piensa infinidad de cosas, con la ventaja que decimos las que nos interesa, las otras siempre las ocultamos o simplemente no las manifestamos. Sin embargo, existen personas que dedican su vida descifrando formulas técnicas, psicológicas y espirituales para poder explotar el pensamiento de los demás, entre ellas los pastores, guías espirituales, sacerdotes y otras que le apostan al más allá…
Desde la aparición del primer humano, nace la actitud indescifrable de pensar infinitamente; forjando a la mente a producir ideas reales que se puedan convertir en materia, que prácticamente es equivalente a una reducida milésima del contenido total de pensamiento. La historia del hombre se recuesta en la manera de pensar y actuar, empezando por el comportamiento convencional que una persona debe poseer, marcando con esto una sutil diferencia con otros seres vivos.
La espiritualidad es esa parte sagrada que cada individuo posee, y que a propósito es necesaria para la integridad del humano. Sin embargo esto no significa que la persona debe estar forzada a subyugarse ante manías inescrupulosas dirigidas por “pícaros” que solo buscan aprovecharse del principio de la buena fe, para saciar sus ambiciones y concretar aspiraciones religiosas enfocadas a perturbar las mentes de millones de ciudadanos que han sido alineados alrededor de un cántico celestial y un beneficio espiritual para disfrutarlo en el más allá, sin importar el sentir y la necesidad del cuerpo mortal.
Caso concreto lo ocurrido días atrás con el pastor cristiano Álvaro Gámez Torres miembro de la congregación “Iglesia Salem” con sede en la ciudad San Juan de Pasto, donde perfectamente se demuestra el sadismo y la maldad de cientos de guías, pastores y sacerdotes de la vida espiritual o mejor dicho los ejemplos de ética y equidad que por miles de años se han camuflado bajo una sotana o una envestidura impecable para hacer alarde de perfección, honestidad, humildad y servicio a los más necesitados. Según estudios y recopilación de información se dice que del 100% de personas dedicadas al servicio del “más allá”, el 40% están enmarcados en una dinámica de ambición personal, deseos manifiestos y saciedad por gustos individualizados como es el del sexo.
Sin ir muy lejos, es notorio el machismo enquistado en la dirigencia espiritual, siendo el 95% del género masculino, significando esto un gran problema, ya que según la teología, para Dios no existe diferencia entre mujer y hombre; ante El todos somos iguales, y así debería de ser. Lastimosamente se tiene que reconocer que desde este ámbito empieza la desigualdad y abuso contra la mujer. Genéticamente el hombre es vulnerable ante la belleza y sensualidad femenina, hecho que lo convierte en susceptible a cada momento; su capacidad cerebral no le permite moderar estos gustos, actitud que la mujer lo hace a la perfección.
Mientras exista este desequilibrio de funciones eclesiásticas en favor del ‘macho’, siempre será latente la posibilidad de continuar cometiendo estos atropellos contra la dignidad de las honorables ‘hembras’. Se hace urgente replantear las estructuras religiosas con el ánimo de corregir a raíz este letal flagelo de la sociedad. No cabe duda que una de las sectas con mayor número de registros de violadores y abusadores sexuales en toda la historia de la humanidad es la cristiana, específicamente la católica; sin desconocer que también existe un significativo grupo de dirigentes que vienen desarrollando su actividad espiritual directamente con las comunidades necesitadas y eso es plausible desde todo punto de vista.
“Con la lengua orando y con el palo castigando” o mejor dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando”… ustedes se imagina como se sentirá Dios con esto?
¡Que injusticia por Dios!
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