Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Fue tanto la impotencia y desesperación del gobierno nacional, que hace unos días atrás el señor presidente de la República de Colombia Juan Manuel Santos se atrevió a maldecir a un fenómeno natural que en la última década ha causado tanto estrago en esta estratégica tierra del noroccidente de América del Sur. Obviamente es entendible para cualquier ciudadano, que estando con el “agua al cuello” reaccione de semejante manera. Inclusive, este tipo de circunstancias han hecho que algunos colombianos, hayan optado por determinaciones más drásticas como llegar al extremo de quitarse la vida.
La alteración climática denominada por los expertos “Fenómeno de La Niña”, no es más que un suceso entendido como normal por la sabia naturaleza; debido que es producto de una serie de acciones negativas que por cientos de años, muchas comunidades inconscientes del manejo que se le debe dar a la biodiversidad, la emprendieron en contra del corriente curso de los otros factores que hacen parte del equilibrio del ecosistema. La reacción de la ‘Madre Tierra’, necesariamente se la debe entender como una actitud lógica y por supuesto defensiva contra los ataques indiscriminados del hombre, ya sea por acción directa o indirecta. Así como una afección de cualquier órgano del cuerpo humano, afecta el ritmo natural y ordenado de los sistemas nervioso, respiratorio, digestivo, circulatorio, en fin; de esta misma forma, cualquier variación del sistema natural como bosque, ríos, animales, atmosfera, también provocan indiscutiblemente cambios desequilibrados en la cotidianidad del estado natural de la materia, en este caso el clima y sus aliados.
Afortunadamente nuestro país cuenta con un sin número de ríos, riachuelos, quebradas y arroyos, producto de la exuberante riqueza de bosques que aún existen; aunque muchos de estos, actualmente solo hacen parte de una historia natural que en su pasado revistió de grandeza y armonía a un pueblo que nunca valoró su vital importancia, y solo se limitaron a explotar sin contemplación alguna, provocando con estas hostiles y egoístas actitudes la soberbia y furia natural. Irónicamente “La Niña” no tiene la culpa; la responsabilidad es de los “adultos”, ya que el desastre o mejor dicho la reacción de la naturaleza ha sido provocada sistemáticamente por acciones políticas irresponsables, estúpidas e impulsivas de la institucionalidad; en gran parte por el desconocimiento respecto a la conservación y respeto que se debe tener de los espacios como las cuencas hidrográficas o la población de bosques; por otro lado, el absurdo poder y la petulancia gubernamental también han hecho de este un agravante mas.
Solo en los dos últimos años, el país ha tenido que desviar más de 11 billones de pesos de su presupuesto regular para afrontar todo el tema relacionado con la famosa ola invernal a causa de “la maldita niña” o mejor dicho alteración climatológica. Esta cantidad de recurso equivale a un año de lo que realmente se compromete en Bogotá o al 2% del PIB del presupuesto nacional. La anterior suma, obedece al inventario de perdidas por inundaciones de áreas dedicadas a la explotación agropecuaria; refiriendo una cuarta parte de la perdida a los daños ocasionados a la infraestructura vial. Sin desconocer los 4 millones de damnificados que han tenido que abandonar sus propiedades por temor a no ser arrastrados por el agua o ser tapados por los movimientos en masa.
En los últimos meses se viene trabajando con la Gestión del Riesgo y Atención de Desastres, actividad que incluye a todas las dependencias de la administración local, departamental y nacional, a esto sumado el aporte de las organizaciones civiles y voluntarias existentes en cada población. Lastimosamente este programa no ha tenido mucho eco ante el gobierno central, que prácticamente sería una gran alternativa para prevenir acciones naturales en contra de los intereses sociales.
Los Clopad o Crepad son organismos creados para realizar conjuntamente con los demás entes del Estado un control en educación, planificación y prevención del riesgo. Es necesario, brindarle todo el esfuerzo pertinente con el fin de concientizar a la población de no cometer abusos contra el devenir natural de la naturaleza. Este enfoque instructivo hay que formalizarlo en los establecimientos educativos formales, no formales y en si con toda la comunidad de manera permanente. Igualmente, las secretarias de planeación municipal, regional o la dirección nacional obligatoriamente deberían regirse de acuerdo a las directrices que determinen los Planes Municipales o Departamentales de Gestión del Riesgo.
Recordemos que el agua tarde o temprano recobra su espacio que por muchos años se lo han arrebatado; ya sea para asentamientos urbanos o explotaciones indiscriminadas del agro. El agua solo cumple un ciclo, lástima que cuando se le ofende en su integridad física como son los bosques o sus cuencas, obviamente que esta reacciona para hacer respetar el territorio. Si en verdad hay que maldecir a alguien,… entonces se lo debe hacer contra la mala planificación y nula culturización que ha tenido la política nacional impartida a través del hoy Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, CARs y todos los sujetos implicados en este duro trance de una cruda y húmeda realidad.
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