Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Una de las cualidades más importantes que posee el humano y lo pone en ventaja ante los demás seres vivos del planeta, es la habilidad mental para desarrollar actividades en pro de su propio interés. Es tan perfecto el prototipo del hombre, que pasaran años, siglos y es posible no encontrar el secreto de la perfección tanto en el diseño material, como en la manera de pensar y proceder al momento de tomar una determinación, ya sea maquiavélica o benévola. Tremenda equivocación la de muchas personas, cuando manifiestan que solo para desarrollar acciones buenas, el hombre piensa bien… por el contrario, cuando un humano conduce su energía y la enfoca a proponer un hecho perjudicial a sus semejantes, es porque mejor ha analizado y pensado el acto, a razón que la situación así lo amerita.
En este orden de ideas prosigue la compleja interpretación para concluir, que es bueno y que es malo. Sin embargo, por los mismos efectos de los procederes cotidianos de la vida, se ha decantado con precisión que las actuaciones del ‘animal’ más peligroso de la historia universal y que compaginan con la mayoría de pensamientos, maniobras y resultados psicomotrices de su especie, son las cosas buenas que se deben hacer; caso contrario, a las diezmadas decisiones de unos pocos, que por estar en desventaja siempre serán consideradas negativas al entorno y por supuesto estigmatizadas a través del tiempo. Sin entrar en discusiones ‘celestiales’, pero está claro, que la mente humana es quien se desborda de la convencida perfección y se aposenta en una dimensión sobrenatural indescifrable entre los mismos humanoides, originando los principios rectores del comportamiento de una persona como tal; tanto los de carácter espiritual (mental) así como los tangibles hechos.
Necesariamente en esta simple discusión entra la combinación perfecta de la procreación y desimanación de la especie en el tiempo y espacio. La mujer, al igual que el hombre son posiciones con idéntica formación intelectual y física, propuesta por la imagen indescriptible, producto de un pensamiento perfeccionado desde el punto de vista “racional” y que finalmente ha generado una creación ajustada a nuestra sensible ansiedad. Y como es la mente la que ha idealizado la mujer perfecta, también es la misma quien ha atrofiado el cerebro para que estigmaticen a algunas y prioricen a otras con argumentos convencionales más no reales. Es este ‘paseo’ de la belleza, el que ha impulsado al instinto masculino para que determine “lo bonito y lo feo” en una hembra.
Desde la aparición del primer hombre y con el paso de los siglos, se ha ido consolidando la figura perfeccionista de la mujer ideal; en algunas regiones del planeta las bellas son las gorditas, rubias, flacas; en otros países, las estéticas siluetas son las que confunden y embrutecen a miles de machos; en fin… jamás existirá un parámetro único para decir que una mujer es hermosa; de lo contrario, no existiría los millones de parejas tan compenetradas sentimentalmente, mucho menos la prolongación de la raza.
Con lo anterior se descifra una sola conclusión, y es que la belleza es un gusto individual producto del accionar de millones de células, especialmente las de neuronas que prácticamente exportan estereotipos condicionados a un mundo especifico de cada ser vivo. Con este sólido argumento, simplemente queda manifestar que los humanos tenemos nuestra propia belleza, y por lo tanto, mínimo podremos compaginar con una bella hembra, caracterizada con atributos individuales estéticos y mentales que son los “tesoros” de la divinidad terrenal. La raza humana, aunque físicamente no es de talla imponente, sin embargo, se impone ante la realidad del planeta; su inteligencia e ingenio, grandes e inequívocas cualidades para afrontar condiciones adversas, inalcanzables para otras especies bióticas existentes bajo la luz de la inmensa vía láctea.
Ahora se entiende por qué el “viejo barrigón” procrea con una esbelta dama y ante los ojos del mundo se convierten en pura envidia convencional; o que decir de la “Cucha” con un fortachón caballero, donde la comunidad se pregunta: que le miraría ese tipo a esa vieja? Muchos dirían: “por la plata”, que pensamiento tan equivocado… “cada oveja con su pareja”. Finalmente, la perfección solo existe en la mente de cada individuo, esterilizándola con expresiones egocentristas para concluir en la trasnochadora belleza, propia de cada ser vivo.
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