Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Ha llegado el momento más incomodo para muchos políticos de este país que vendieron el alma al diablo, con tal de conseguir su propósito en las pasadas elecciones regionales. Hoy, ya con la credencial en las manos, empiezan a actuar como unos verdaderos toreros, siempre esquivando a los ciudadanos con los cuales adquirieron múltiples compromisos; inclusive más de un electo se arrepiente de la estupidez que cometió, al mentirle a la gente… ni siquiera ha transcurrido sesenta días del triunfo, y ya existen problemas… obviamente que en la mayoría de los casos son por irresponsabilidad del nuevo gobernante o autoridad, ya que creyeron que los electores son “caídos del zarzo” y no iban a tener en cuenta las benditas promesas que se les hizo en campaña “cuando todo era amabilidad, felicidad y solucionable”.
Pero también es cierto, que muchos electores no esperan que se posesione su “redentor” y ya están exigiendo ser contratados… De todas maneras, este es un momento donde el verdadero político debe poner la cara y brindar credibilidad a su palabra, cumpliendo de alguna u otra manera las expectativas del constituyente primario, y no desear mimetizarse tal cual lo hacen algunos “camaleones o serpientes”. Que a propósito, estoy seguro que más de uno quisiera utilizar otra máscara para poder contrarrestar la perseguidora de sus ‘votantes’ y de esta forma pasar una navidad y fin de año en sana paz… aunque la utilización de una careta, podría ser “la mejor opción para los politiqueros”…
Aquí es donde se hace notoria la diferencia entre quien ha hablado con la verdad y el que solo utilizó la oportunidad proselitista para aprovecharse de la nobleza, honorabilidad y en muchos casos de la necesidad e ingenuidad de los potenciales sufragantes para inducirlos a tomar la peor decisión electoral. El político que hizo las cosas bien, llegándole a las comunidades con propuestas ajustadas a la realidad y soportadas con los mejores elementos de juicio, es el que está tranquilo, y desde ya trabajando en pro de empezar a mostrar resultados coherentes a la propuesta política expuesta en campaña. Mientras el típico politiquero a esta altura aun sigue escondiéndose de las “culebras” y de las obligaciones contraídas en su derroche demagógico de la actividad electoral. Es tanta la presión social, que varios de estos mentirosos optan por salir supuestamente de vacaciones y solo dejan un grupo de secuaces y alcahuetas para que afronten el llamado ‘empalme’ Estatal.
Antes de emprender el nuevo gobierno, muchos ya están ‘quemados’ como gobernantes o autoridades administrativas, debido que entran con desprestigio popular convirtiéndose en una torturadora sombra, entorpeciendo las actividades gubernamentales y por ende siendo el karma de su carrera política. Pero como en “la viña del Señor” se da todo, existen otros electos mandatarios que ni siquiera hacen empalme, solo dejan que la ‘buena fe’ del gobernante saliente sea favorable a sus propios intereses proyectados desde un programa de gobierno; actitud practicada comúnmente en municipios de quinta y sexta categoría, donde las supuestas autoridades se identifican por pertenecer al mismo movimiento o corriente política y más cuando son cuotas del ‘caballero’ que está entregando el poder. Lo anterior solo permite un degenero progresivo de la democracia, inestabilidad administrativa, incredibilidad ciudadana, corrupción y por ende atraso social.
Por lo general, casi ninguna alcaldía o gobernación se la recibe en condiciones ideales, traduciéndose esto en una gran responsabilidad de los próximos mandatarios, incluyendo a los cuerpos administrativos como concejo y asamblea; sin embargo, lo anterior no puede ser excusa para proceder negligentemente, todo lo contrario, se convierte en el mejor reto de un buen dirigente. La historia política en Colombia demuestra que la palabra transformada en hecho, es la mejor estrategia para consagrarse e inmortalizarse como un excelente líder, siempre aclamado por el pueblo. No se puede dejar de lado las tres cualidades que debe poseer una persona para declararse buen político: capacidad, responsabilidad y visión política. Así que amigos gobernantes y autoridades electas, ha llegado la hora de convertir la palabra en acción y resultados.
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