Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Entendiéndose “machismo” como un comportamiento desequilibrado de la sociedad a favor del género masculino, donde claramente se nota a través de la descendencia humana siempre ha sido el varón la persona en tomar determinaciones por lo general arbitrarias, totalmente conllevando a perjudicar intereses femeninos. Desde el punto de vista anatómico, la mujer posee órganos básicos indispensables para la vida tal como los tiene el hombre; solo con la diferencia de que la hembra contempla el don de contener útero, órgano sexual, envidia del machismo que le permite ser esencial en la prolongación de la especie.
Haciendo historia, concluimos que el complejo machista a estado diseminado en todas las razas humanas, al igual que en los niveles sociales. Mientras en la antigüedad el rey o faraón o emperador eran figuras de poder masculinizadas, la mujer meramente cumplía un rol de bajo perfil; como muchos autores poéticos lo manifiestan, fue una “simple decoración”, permitiendo aromatizar, armonizar y darle belleza a momentos por lo general tensionantes e insípidos como suelen ser los encuentros cubiertos de testosterona.
Desafortunadamente se debe manifestar también que uno de los argumentos sólidos para que el machismo sea tan acentuado en el orbe terrestre, es la negligencia femenina conjuntamente con su estado de natural sumisión, convirtiéndose en cultura mundial con el paso de los años. Desde las mismas religiones, que son las pregoneras de la igualdad y justicia social han contribuido a aportar con el fortalecimiento de este maldito estigma que tanto daño ha causado a millones de mujeres en el mundo entero. Tal es el caso del catolicismo, donde en uno de sus pasajes bíblicos manifiesta que de una costilla del hombre saco Dios a la pareja; obviamente se habla en sentido figurado, pero finalmente lleva a la misma subestimación femenina. De del mismo modo sucede en otras congregaciones, donde prácticamente se efectúa el mismo procedimiento de agravio permanente. O por que creen que los papas, obispos, sacerdotes y pastores son hombres, en fin… todo apunta a un ego machista fácil de entender, pero difícil de aceptar; gracias a un paradigma peliagudo de romper.
En este orden de ideas igualmente acontece en la política, economía, cultura y casi en todos los menesteres de la vida cotidiana. Como muestra de esto tenemos: el 95% de los jefes de Estado o presidentes en el planeta son hombres; el 80% de los gerentes de la banca mundial son varones; ni que decir de los cuerpos legislativos o diputados de todos los países, donde superan 85% de participación masculina. Tanto es el sometimiento, que el mismo gobierno machista colombiano propuso ante el congreso de la Republica el 30% de participación de género en la función pública, propuesta que fue aprobada sin ninguna discusión; a pesar de que el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla en 1954 le otorgo el derecho al voto a la mujer.
Ahora que están de moda las “frases de cajón”: ‘yo tuve la culpa, es que yo le di motivos’; ‘es que el estaba borracho’; ‘es que estoy allí por mis hijos’; y así por el estilo muchas disculpas que solo debilitan la feminidad y enaltece la soberanía machista, revestida de poder, chantaje, esclavitud y perjuicio social. Es inadmisible en pleno siglo 21 saber que en nuestro país de diez personas asesinadas por sus parejas, ocho son mujeres, y es más preocupante aún, cuando observamos estadísticas del año pasado donde se dice que diariamente murieron dos mujeres por el hecho de pertenecer al género femenino.
No queda más, sino hacer respetar la dignidad humana y la condición ecuánime de géneros; para esto se hace necesario concientizar e invitar a la mujer para que haga uso de la Constitución Política Nacional y simplemente haga valer sus derechos; empezando con el voto, que sea un sufragio feminista. Con esto se controla el poder político y por ende las decisiones gubernamentales en cuanto a participación, jurisprudencia, representatividad y decisiones donde serán protagonizadas por mujeres. Definitivamente las damas tienen la sartén por el mango… “la liberación femenina”, que no sean un estribillo social, sino una eficaz transformación del genero femenino en pro de sus derechos y dignidad humana.
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