Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Lamentablemente tanto la mente como el vocabulario de todo colombiano está completamente revuelto debido a tanto acontecimiento que diariamente ocurre en el país del “Corazón de Jesús”: invasión extranjera, TLC, tecnología de punta, fumigaciones, desplazamientos, descabezamientos de líderes guerrilleros, ola invernal, corrupción y politiquería, entre otros, que son los protagonistas de la cotidianidad colombiana. Ahora, ninguna de las anteriores es novedad, todo ocurre como si fuera parte de la ‘cultura criolla’; es más, el día que no se escuche este tipo de noticias, es como si nos faltara algo- y nos estresamos. Pero así como transcurren las cosas, hay otras que a pesar de las estrategias engañosas fríamente calculadas, rompen el paradigma de la resignación y ponen en jaque al gobierno nacional.
Hacia muchos años que no se presenciaban manifestaciones objetivas, persistentes y enardecidas en contra de una sutil opresión de posiciones políticas desfasadas de la realidad en una sociedad sumergida en el anonimato de sus verdaderos sentires y necesidades. Es una cruda verdad que hacer huelgas o hablar más de la cuenta es sinónimo de ‘insurrección’, mas cuando de reclamar por los propios derechos se trata; es por eso que muchos consagrados líderes sociales de la patria, algunos, yacen en medio de silvestres gladiolos, adornados con placas de opacos y enmohecidos vidrios, reflejando el abandono y apatía de los enemigos de un desarrollo justo proyectado al bienestar colectivo. Otros han cerrado la boca y maniatado su accionar por prevención a no afectar la respiración. Hoy en día, aunque existen organizaciones sindicales legalmente constituidas, sin embargo no accionan el objetivo principal en reclamación de las justas causas.
Gran ejemplo han dado la clase estudiantil al resto del país; desde los diferentes rincones de la patria se han movilizado y manifestado energizadamente a favor de un derecho inalienable como es la educación académica y que en el momento transcurre en un maremoto de discusión, tensión e incertidumbre; todo por inspiraciones económicas enmarcadas dentro de la inversión extranjera, monopolio empresarial con miras a la mercantilización de un sensible derecho individual, perjudicando y restringiendo gravemente los intereses populares. Los inmensos ríos humanos de estudiantes, docentes y organizaciones sociales en todas las ciudades y poblaciones de Colombia, simplemente demostraron que la juventud ya no “come cuento”; al mismo tiempo alarmaron a sindicalistas para estar alertas a las transgresiones que se puedan suscitar en contra de las expresiones de las masas.
Es de meritorio reconocimiento la inmediata reacción de la población estudiantil con el propósito de salvaguardar los intereses colectivos y populares de la educación superior. No cabe duda que la organización, disciplina y objetividad de las manifestaciones estudiantiles en todo el país han arrojado exitosos resultados, entre ellos y el mas importante el retiro obligado del proyecto de reforma a la Ley 30 por parte de la ponente Ministra de Educación María Fernanda Campo. Lo mismo para la honorable Comisión de la Cámara de Representantes que supo escuchar la exigencia del constituyente primario.
La educación superior necesita de una verdadera reforma concertada con los directos implicados, sin afectar su visión y misión, que por cierto nunca debe desaparecer ese espíritu altruista de que es una responsabilidad del Estado velar por los intereses nacionales, sin afectar su convicción. Será hasta el próximo mes de julio, cuando se vuelva a presentar la propuesta, pero ahora con la salvedad de que debe ser consensuada con los afectados, previniendo de ninguna manera lesionar los intereses populares. Una vez más se manifiesta la responsabilidad del gobierno en hacer los ajustes pertinentes a otros sectores de inversión y enfocar los esfuerzos y recursos necesarios para mejorar la calidad educativa en todos sus niveles.
Necesariamente el gobierno tendrá que reconocer el tremendo error que estuvo a punto de cometer; tanto es así, que para ser coherente con el apaciguamiento debe prescindir de los servicios comerciales de María Fernanda Campo, siendo efectiva esta señora en la empresa privada, lugar de donde nunca debió salir… ahora solo queda que se abra el “book” (como dicen los ‘gringos’), y las letras sociales y pluralistas vuelvan a manifestar sentido de libertad. ¿Hasta cuándo? Hasta cuando el régimen se le ocurra volver con otra arbitraria impertinencia, nociva a la colectividad académica, que se espera nunca ocurra.
Ahora solo queda revivir la letra muerta del artículo 70 de la Constitución Política de Colombia: “El Estado tiene el deber de promover y fomentar el acceso a la cultura de todos los colombianos en igualdades de oportunidades, por medio de la educación permanente y la enseñanza científica, técnica, artística, y profesional en todas las etapas del proceso de creación de la identidad nacional… El Estado promoverá la investigación, la ciencia, el desarrollo de los valores culturales de la Nación”.
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