Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Cuando se habla de pobre, inmediatamente nos remitimos al factor dinero o algo relacionado con el tema. Sin embargo, la palabra ‘pobre’ es muy amplia; más aún en nuestro argot popular. Pobre hace relación a todo acto, circunstancia, valor que un ser humano puede incurrir en cualquier época de su vida; sin desconocer que pobre también es un adjetivo calificativo para manifestar rechazo, afecto, comprensión hacia un ser vivo. En otros términos, la palabra pobre es aplicable para las dos posibilidades: mala o buena. “Ese es un pobre diablo” o “pobrecito, el se merece todo lo mejor del mundo”.
Ahora que se puso de moda la palabra ‘pobreza’, gracias al vicepresidente de la República Angelino Garzón, hoy simplemente se corrobora que el Estado colombiano ha sido miope al momento de determinar con precisión que significa ser pobre. Por lo menos estamos de acuerdo cuando se manifiesta que con ciento noventa mil pesos ($190.000) una persona sigue siendo ‘muy pobre’. Esta sola frase conllevó a la incomodidad en el alto gobierno, de igual manera los empresarios de este país salieron al paso argumentando que esto era producto de una mala interpretación; que por el contrario, el gobierno nacional viene trabajando incansablemente en busca de soluciones acordes a las necesidades planteadas.
En este periodo gubernamental se ha hablado mucho de las locomotoras de “la prosperidad democrática”, que simple y llanamente se han traducido hasta el momento en un sofisma distractor de la cruda realidad nacional. Nadie puede ocultar, que de los casi ocho millones de bogotanos, el 60% están dentro de los parámetros de pobreza, sin ninguna posibilidad de mejorar o sobrepasar esta limitante. Y si esto lo extrapolamos a todo el país, nos damos cuenta que la diferencia no es significativa comparada con la capital, ya que alrededor del 62% de la población esta subida dentro de la “locomotora del abandono y atraso social”. Sin desconocer la extrema pobreza integral en que viven más de 25% de ciudadanos, distribuidos 60% en la zona rural y el restante en las grandes urbes.
Las políticas de desarrollo económico planteadas por el actual gobierno, no son compatibles con los intereses de la mayoría de compatriotas; por el contrario, están diseñadas a favorecer a los empresarios nacionales y extranjeros encaminados a fortalecer progresivamente a banqueros, inversionistas y multinacionales. Ahora pienso que también se debe considerar la “locomotora de la pobreza”, para que de esta forma se tenga el objetivo claro de combatirla o formalizarla. El asunto de la pobreza integral colombiana, se encuentra en un punto de equilibrio, debido a que cualquier movimiento desordenado, el país puede entrar en una profunda crisis económica que arremetería sin piedad con las clases menos favorecidas, empeorando rotundamente a la clase pobre.
La preocupación es latente cada vez que hasta el momento no se ha detectado los lineamientos técnicos y sociales para entrar a corregir de fondo las causas que derivan la pobreza. Pero lo uno ata lo otro, la pobreza económica va de la mano de la pobreza social e intelectual. Con el paso del tiempo se ha determinado que desafortunadamente la pobreza política de muchos sectores de la sociedad, ha sido causante para contribuir a profundizar la pobreza monetaria. Las malas determinaciones electorales se reflejan en gobernantes ilíquidos socialmente, que solo piensan en lucrarse individualmente, aprovechar el cuarto de hora y pasar sin pena ni gloria al patíbulo de los antisociales disfrazados de luchadores.
“Pobres colombianos, dejan de ser pobres diablos cuando la pobreza sea pobre de mendicidad y mañana se diga pobrecito pero de mal de amores”.
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