Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Una vez más, Colombia enfrenta una nueva jornada político- electoral, siendo esta la más importante en representación de las regiones. Es aquí donde se observa toda clase de actitudes y comportamientos de los protagonistas y obviamente de sus seguidores; sin embargo, una de las actividades que más resalta por estos días es el desfile de ‘caciques’ en busca de sus fortines politiqueros para ponerlos al servicio de sus apadrinados. No es raro observar a Senadores, Representantes a la Cámara y en algunos casos hasta funcionarios de gobierno, desesperados buscando votos en diferentes regiones del país. El objeto de estos personajes es que, a través del sufragio, muchos colombianos legalicen a sus lacayos, que siempre estarán dispuestos a cumplir con sus pretensiones cuando ellos las deseen.
Pero estos comportamientos no son de ahora; estos vejámenes vienen con gran arraigo desde el famoso “Frente Nacional”, que no fue más que una coalición político-electoral, con el fin de beneficiar a los dirigentes de los partidos políticos tradicionales de nuestro país como es el Conservador y Liberal. Este pacto clientelista, se caracterizó por repartirse en partes iguales la burocracia regional y nacional por el espacio de diez y seis años consecutivos; empezando con la presidencia del liberal Alberto Lleras Camargo (1958), hasta la del conservador Misael Pastrana Borrero (1974). Fue tan fuerte esta actividad, que sus reflejos aún se sintieron hasta la presidencia de Virgilio Barco Vargas. Es verdad, que esta alianza en algún momento tuvo justificación por la violencia desatada en 1948; pero también es cierto que fue la gran oportunidad para fortalecerse y enraizarse como partidos, desconociendo el pensamiento de muchísimos compatriotas que nunca han compartido los ideales y procederes de estos grupos políticos; ya que en la mayoría de tiempo han estado a merced de la élite y oligarquía del país.
La esclavitud electoral nace, cuando a la persona se le quita el espacio de opinar y actuar libremente, que a través de procedimientos sutilmente calculados la conllevan a proceder de manera contradictoria al real sentir de las necesidades que la aquejan permanentemente. No hay que “apuntarle con un revolver en la cabeza”, para que un ciudadano proceda en contra de su voluntad, sino que simplemente se aprovechan de las necesidades apremiantes para que esta persona conceda a las exigencias de los ‘caciques’ o ‘gamonales’ de cada región. Lastimosamente la pobreza física y en muchos casos la intelectual contribuyen directamente a la destrucción de la verdadera democracia y participación electoral. Este vicio que solo se nota en campañas electorales, ha sido el único responsable de fatídicas elecciones, contribuyendo directamente a estancar el verdadero desarrollo integral de la persona y sus comunidades.
Pero esto no debe ser excusa para que la mayoría del pueblo colombiano continúe en este juego anacrónico que beneficia ‘a unos pocos’ y castiga a una gran cantidad. Es aquí donde cobra toda la importancia del mundo los procesos sociopolíticos, siendo estos procedimientos, los que permitan generar conciencia y capacitación permanente a los electores dentro de un marco de principios saludables e incluyentes, con una filosofía nítida de superación colectiva; pensando siempre en el beneficio mancomunado y en el fortalecimiento de sus núcleos familiares. Los procesos sociales, son los que permiten la educación política enfocada en la realidad de las necesidades comunitarias. Actualmente existen ejemplos claros de superación en este aspecto; entre ellos las reivindicaciones sociales realizadas en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Chile; contribuyendo a optar por gobiernos más incluyentes y participativos en todos los estamentos del Estado. Pero esto sólo se ha dado, cuando las crisis sociales han tocado fondo y la concientización del ciudadano es coherente con su proceder.
El voto de opinión es un instrumento para empezar a combatir la actitud de centenares de politiqueros que siempre aparecen por estas épocas en busca de sus objetivos particulares, sin importarles poco o nada el real sentir del pueblo a los que dicen representar; de lo contrario, continuaremos siendo esclavos de nuestras propias contradicciones. No es un secreto para nadie, la crisis socio-política que pasa el país en la actualidad, y que solo se empezará a corregir con la concientización de los electores.
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