Por: Iván Antonio Jurado Cortés
Por estos días el pueblo latinoamericano vive una de sus mejores pasiones deportivas como es el futbol. Desde el primero de julio se inició la cuadragésima segunda versión de la “Copa América”, que a propósito, es uno de los certámenes deportivos más viejo que se hace en el planeta. En esta oportunidad la fiesta del deporte rey la organiza y la disfruta directamente uno de los países de mayor jerarquía y reconocimiento futbolístico a nivel internacional como es Argentina.
Este torneo avalado por la Federación Internacional de Futbol Asociado FIFA y coordinado - supervisado directamente por la Confederación Suramericana de Futbol, se realiza cada dos años, por lo general se trata de que cada país de sur América viva este espectáculo deportivo desarrollándolo en su territorio, lógicamente después de reunir ciertos requisitos y exigencias que hacen las autoridades competentes en la materia. Colombia ya tuvo la oportunidad de organizarlo por primera vez en el 2001, haciendo la aclaración que para esta ocasión no participó la selección Argentina, ellos en su momento adujeron que no tenían garantías de seguridad. Sin embargo, los demás países participaron, para que finalmente por primera vez terminara Colombia como campeón de la trigésima séptima Copa América, y de esta manera al menos justificara la inversión económica que se hizo pensando en aquel certamen y saciara las expectativas que por muchas décadas venia solicitando la afición colombiana. Siendo este el título más importante que ha conseguido nuestro país desde que tiene futbol profesional.
Después de este galardón deportivo adquirido iniciando el siglo veintiuno, hoy, Colombia solo vive de una historia, de una magia y de una pasión que en la década del noventa llegó a su máxima expresión, y que con el paso del tiempo se ha ido marchitando progresivamente. Es bastante preocupante, mirar que cada vez que se habla de torneos de competición internacional, nuestro país, ni siquiera ‘suene’ entre los favoritos a ganar un título. Lógicamente se destaca mayor protagonismo cuando se compite a nivel de clubes; sin olvidar los títulos de copa libertadores que se ha conseguido con Nacional y Once Caldas, de igual manera los subtítulos obtenidos con importantes equipos del pasado. Ahora solo tenemos que resignarnos a vanagloriarnos con las estrellas de la historia.
Se observa claramente que entre las causas más sobresalientes para estar cada día peor, son la enquistada directiva clientelista y amangualada que se ha posicionado desde hace varios años en la dirección del futbol profesional colombiano; por otro lado existe responsabilidad de los directivos y técnicos a nivel de clubes. Ellos hacen parte de un ciclo vicioso, ‘salen de un equipo y entran a otro y viceversa’… pero el punto complejo de todo esta adolorida era de acontecimientos poco halagadores y muchos de ellos fracasos y retrocesos, ha sido la filosofía y el enfoque visionario que desde la dirección administrativa y técnica se le ha titulado al proceso futbolístico. A pesar de existir escuelas de formación, aun se sigue observando la miopía en la visión de un buen futbol. Por otro lado, no se puede evadir la responsabilidad de los jugadores, que más se preocupan por ‘la cantidad de dinero que cobraran’ que por sus propias condiciones y cualidades.
Se espera que esta Copa América sea el escenario y trampolín, para un grupo de muchachos dispuestos a dejarlo todo en la cancha, y con este acto valeroso volver a recuperar la esencia y creatividad futbolística, conectando y poniendo a disfrutar a la afición con resultados efectivos; posicionando el nombre de Colombia en los primeros lugares del continente y del mundo. Tenemos las herramientas para lograr tan anhelado propósito. Solo nos falta romper ese paradigma de la inferioridad, sentir el orgullo patrio, y pensar que a través del futbol también se genera progreso y desarrollo social, cultural, económico y por supuesto se fortalece nuestra dignidad de ser “orgullosamente colombiano”…
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